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Atención a Arjona

“Si cada una de esas pandillas está conformada por más de 50 miembros, como lo han denunciado organizaciones cívicas, es fácil imaginarse (...)”.

La situación de Arjona despierta profunda inquietud. La irracional muerte del niño Abraham Álvarez y la fatal agresión al joven Dylan Suárez son la expresión más dolorosa de una violencia que ha rebasado los límites de la paciencia de una comunidad, tradicionalmente pacífica, que no está acostumbrada a la inseguridad y al desasosiego.

El deterioro social se ha venido dando lenta pero consistentemente, en un in crescendo que va sumando más jóvenes, incluso niños, que conforman más de 6 pandillas según las autoridades, pero que llegarían a más de 15 según la comunidad.

Si cada una de esas pandillas está conformada por más de 50 miembros, como lo han denunciado organizaciones cívicas, es fácil imaginarse el problema social que vive Arjona y el daño que ello causa al futuro de ese importante municipio, en el que residen más de 70.000 habitantes.

Todo parece indicar que el microtráfico es el detonador no solo del creciente pandillismo y el consumo de estupefacientes, sino también de los recientes homicidios. Es el mismo microtráfico que se repite a lo largo de municipios, corregimientos y veredas de la región, que mantienen en desconcierto a padres que ven con desesperanza cómo se están perdiendo generaciones de jóvenes en el consumo de estupefacientes.

La maldición del narcotráfico, que por causa de la persecución estatal en las ciudades capitales ha encontrado refugio en las pequeñas comunidades de nuestros municipios, se ha ensañado con los adolescentes y jóvenes que caen en sus malignas redes porque no encuentran paz, armonía y oportunidades en su entorno.

Se valora el Consejo de Seguridad que la Gobernación, la Alcaldía, la Fiscalía, Infantería de Marina y Policía Nacional celebraron ayer, lo cual permite mantener confianza en las instituciones. Pero no es suficiente. Hay que ir al fondo, a las causas que han determinado la descomposición de familias y barrios en los que se podía celebrar la amistad y la buena vecindad, pero que hoy respiran un ambiente de incertidumbre que los arjoneros no están dispuestos a padecer, pues no aceptan que les quiten sus costumbres raizales, fundadas en la solidaridad, el respeto, la alegría y el apoyo recíprocos.

Cabe considerar la profundización de programas que pongan énfasis en los valores que sustentan la formación humana y la convivencia pacífica, así como proyectos culturales, deportivos y de emprendimientos que saquen a los adolescentes y jóvenes del ocio sin sentido, del tedio, de las malas influencias y de la tentación de las drogas y el dinero fácil.

Y a mediano plazo, poner a funcionar al menos una nueva fiscalía local y otro juzgado promiscuo, que dinamicen la investigación y juzgamiento de hechos que escapan al control de las autoridades por la congestión que padecen los actuales despachos.

Instamos a la Gobernación, a los diputados y a las autoridades de Arjona a que abran un debate en el que no solo se analicen las causas del deterioro social, sino también las medidas inmediatas que recuperen el ambiente de sosiego que caracteriza a ese apreciado municipio.

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