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A la mesa con el Eln

“Si el Eln no aprovecha este cuarto de hora en la historia de nuestra República para reconciliarse con la sociedad civil, por la que han dicho que devienen sus luchas...”.

La mayoría de los colombianos seguramente ve con buenos ojos la reanudación de las conversaciones con el Eln; pero espera que sus representantes obren con la misma buena fe con la que el nuevo Gobierno abre las puertas a su incorporación en esta nueva etapa de la vida nacional.

No será, por supuesto, una negociación rápida en la que simplemente se firmará un otrosí a los acuerdos celebrados en el Gobierno Santos con las extintas Farc, tal como lo previera en la pasada campaña electoral el candidato Hernández. Por el contrario, se sabe que serán prolongadas e impredecibles.

A diferencia de las Farc, el comando central del Eln no aspira a las veleidades políticas que les concedió a aquellos el acuerdo de paz. Estos se concentrarán en acordar con el Gobierno lo que consideran serían las soluciones a diversos problemas de funcionamiento de nuestro sistema democrático.

Pero hay ventajas. La más visible es el perfil socialista del nuevo Gobierno. Será muy interesante ver el discurso de los voceros del grupo guerrillero contra el establecimiento, sabiendo que ahora, tanto el Estado, el poder político y el control de los recursos oficiales están en manos de quienes han defendido a capa y espada los acuerdos de paz, y quienes tienen una visión de lo público que no está en las antípodas de lo que el comando central y los ideólogos del Eln piensan.

De hecho, desde el presidente Petro hacia sus más cercanos colaboradores desde hace años se han encargado de dejar claro persistentemente que la mano criminal ha estado del lado de quienes antes manejaban el Estado, cuidándose de reconocer que la violencia, el terrorismo, el asesinato, la extorsión y la intimidación han reinado en las filas del Eln y demás grupos que han alzado sus armas contra la población civil y las Fuerzas Militares.

Tal vez por esto es que ha llamado tanto la atención la participación del presidente de Fedegán en este reinicio de los diálogos, por cuanto será un individuo –José Félix Lafaurie– quien funja como vocero contradictor de quienes estarán sentados en el otro lado de la mesa, en la medida que los demás negociadores no serán vistos como objetantes o confutadores.

Si la entereza es la virtud a la que más tendrá que apelar Lafaurie en su nuevo rol de negociador, para sus demás compañeros será la paciencia. Como pasa con la iglesia de la que surgieron los fundadores de aquel grupo insurgente, el tiempo nunca apremia para sus voceros.

Pero, como lo mencionamos en otro editorial, ojalá el Gobierno insista en concertar un cese al fuego como muestra de buena voluntad de las partes, para reducir el desasosiego en ciudades y zonas rurales donde el Eln tiene influencia. Y si el Eln no aprovecha este cuarto de hora en el tiempo de la historia de nuestra República para reconciliarse con la sociedad civil, por la que han dicho que devienen sus luchas ideológicas y violentas, para cuándo entonces.

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