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¿Y después de la Madame, qué?

Tras permanecer poco más de cuatro años en prisión, condenada por los delitos de trata de personas y concierto para delinquir, que ella aceptó tras un preacuerdo con la Fiscalía, quedó en libertad el pasado 26 de mayo Liliana del Carmen Campos Puello, conocida como ‘La Madame’.

El caso podría ser uno más de los centenares que ocurren diariamente en el complejo sistema judicial colombiano, de no ser porque fue convertido en ícono de las contradictorias perspectivas y doble moral con las que autoridades, la sociedad colombiana, y particularmente cartagenera, abordan el fenómeno social de la prostitución.

Cabe recordar que su detención se produjo a finales de 2018 en desarrollo de una mega publicitada operación realizada por la Fiscalía con participación de agencias de seguridad norteamericanas, y presentada como el más fuerte golpe propinado a una red de explotación sexual, que operaba en Cartagena, con nexos internacionales.

Desde ese momento ‘La Madame’, apodo con el que fue identificada por las autoridades y por los medios, pero que antes no le habían endilgado, pasó a ser el referente de la dinámica funcional del mercado del sexo en La Heroica, y muchas voces se levantaron para exigir su condena, mientras que decenas de jovencitas, incluyendo estudiantes universitarias, la defendían bajo el argumento de que era solamente una empresaria que les brindaba opciones de ingresos como “damas de compañía” voluntarias.

Mientras las imágenes sobre lujosas fiestas eróticas en yates y mansiones circulaban en redes sociales e informativos de televisión y se desataba una guerra de titulares en otros medios, en altos círculos sociales y políticos algunos lamentaban que la oferta de servicios de la espigada mujer desapareciera de Cartagena. Inclusive, figuras púbicas como el futbolista ‘El Tino’ Asprilla, pedían públicamente su libertad.

Independientemente de la interpretación que cada quien hace de este caso, lo que resulta evidente es que la captura de Liliana del Carmen y su permanencia en prisión durante la mitad de la condena, no causaron efectos reales en el mercado de placeres carnales en Cartagena. Mientras ella permanecía en una celda, continuaron, surgieron y se multiplicaron las ‘Madames’ y ‘messieurs’ de diferentes estratos, que desarrollan el mismo oficio por el que ella fue procesada, pero con agravantes de explotación de menores de edad y de trata de personas. La prostitución, sin ‘La Madame’, se desbordó con una sobreoferta que tiene su principal vitrina de exhibición en calles, plazas y establecimientos comerciales del Centro amurallado. Por ello la pregunta que flota en el ambiente, para las autoridades y para quienes han seguido esta tragicomedia de la vida real es: ¿Y después de la Madame, qué?

*Asesor en comunicaciones.

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