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Visiones de Tlatelolco

PRIMERA VISIÓN: El año de 1968 México celebró los XIX Juegos Olímpicos, del 12-27 de octubre. El presidente era Gustavo Díaz Ordaz, del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Díaz Ordaz era autoritario, característica común en los mandatarios priístas. En la Universidad Nacional (UNAM) y en el Politécnico Nacional, las universidades más grandes del país, se realizaban mítines para exigirle al gobierno apoyo a la educación pública. Los dirigentes convocaron una gran manifestación el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Santiago Tlatelolco, una plaza circundada por multifamiliares. Todo era normal; sin embargo, al final de la tarde un helicóptero militar sobrevolaba la manifestación. Simultáneamente camiones llenos de soldados y policías armados cerraron las entradas y salidas de la plaza de Tlatelolco.

SEGUNDA VISIÓN: La periodista italiana Oriana Fallaci fue enviada a México por el diario ‘L’Europeo’ para cubrir las manifestaciones estudiantiles. Aquel 2 de octubre fue invitada por los líderes de la huelga al mitín en la Plaza de las Tres Culturas. Oriana Fallaci se ubicó en el tercer piso del Edificio Chihuahua, junto a los líderes del movimiento. Por su experiencia como corresponsal de guerra, supo que las bengalas lanzadas desde un helicóptero significaban una señal para iniciar un ataque. No se equivocó, los soldados y policías dispararon contra los manifestantes. Los estudiantes caían muertos y heridos, la masacre fue terrorífica. La periodista Oriana Fallaci recibió dos impactos de balas de fusil, uno en la rodilla de la pierna izquierda y otro en la espalda que afortunadamente no le lesionó la columna. A Oriana Fallaci unos estudiantes la llevaron a la Cruz Verde, allí se recuperó. Su libro ‘Nada y así sea’ es un relato de la masacre de Tlatelolco. “Afirmó no haber visto, ni siquiera en la guerra, una matanza de esas magnitudes, pues en la guerra por lo menos se trata de gente armada contra gente armada”.

TERCERA VISIÓN; Ese 2 de octubre yo me especializaba en Cardiología en México, y esa tarde llegué al Palacio de Correos, en la Avenida San Juan de Letrán; para enviar cartas a mi familia en Cartagena. Al salir a la avenida me llamó poderosamente la atención una anciana que lloraba y gritaba: “En Santiago Tlatelolco están matando a los estudiantes”. Sorprendido, no me animé a preguntarle, nadie más lo hacía. Quedé impresionado. Llegué a mi residencia y encendí la radio para oír alguna noticia, como lo hacía en Colombia. No hubo noticias en la radio, tampoco en la televisión. Silencio absoluto, la programación era la habitual. Al día siguiente en el Instituto, mi amigo el cardiólogo José Esquivel Ávila me contó cómo había sido la masacre. Para la prensa, censurada, la masacre no había ocurrido.

*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e Historia.

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