Un día como hoy Nora entró en la vida de un imberbe James Joyce. Todo pasó el 16 de junio de 1904. Su novela es un día en la vida de Leopold. Ulises es un viaje tragicómico en su amada Dublín. Dublín es Ítaca, Leopold es Ulises, Stephen es Telémaco y Molly es Penélope. Los 24 actos de la Odisea, que resumen años de emocionantes viajes y peripecias de Ulises, se convierten en 18 episodios vividos en un solo día en la inane vida de Leopold. Leopold es el hombre común y corriente, la rutina de la vida diaria sublimada. Un entierro, el trabajo, una taberna, el parque, un parto, la biblioteca y un burdel son los escenarios de las frustraciones de un anónimo héroe que matiza la mediocridad de su vida en la cotidianidad de un día, un día en que pasa todo.
El 28 de abril no empezó todo. Los errores que hemos cometido a lo largo de nuestra historia debieron servirnos para manejar mejor la situación. También, los errores de noviembre de 2019 debieron enseñarnos. Ya lo decía Stephen: “Los errores son los umbrales del descubrimiento”. Otro de nuestros problemas ha sido convertir nuestras ideas en fronteras infranqueables y las de los demás en absurdas barreras; así, hemos transformado el diálogo civilizado en un obligado monólogo de gritos y violencia. Debimos comprender que, como dice Joyce, “las barreras que nos separan son cosas de nuestras mentes que deben ser superadas”. Querámoslo o no tenemos tantas cosas en común que debieran convocarnos a mejorar la vida de los otros porque, más temprano que tarde, si ellos no están mejor los demás no estaremos. Lo decía Leopold: “Nación es la misma gente que vive en el mismo lugar”.
Ahora, más de un mes después de marchas, bloqueos, la quiebra misma de la nación, hemos llegado a un limbo en el cual no entendemos que hay algo peor que toda la violencia desatada y es que no sirva de nada, que no generemos los cambios precisos para hacerla innecesaria. No podemos pasar a otro tema como si nada, no podemos darnos el lujo de hacer como Stephen, “ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema”. Estamos obligados a pensar en las causas de esta crisis y a buscar soluciones para que sea la última y así evitar llegar al desmadre final. Más aún, a todos nos conviene que esa rebelde manifestación de los jóvenes se materialice en soluciones y en un liderazgo representativo dentro del marco democrático. Pero claro, soportamos que los poderosos de siempre hayan arrasado, abusado y lo sigan haciendo, pero, cuando son los jóvenes entonces sí levantamos la voz y nos revelamos.
Ya lo decía Joyce: “La gente aguantaba que les mordiera un lobo, pero lo que verdaderamente les sacaba de quicio era que les mordiera una oveja”.
*Profesor Universidad de Cartagena.