Tiempos turbulentos tanto en la economía, como en la política mundial.
Después de casi quince años de política monetaria expansiva para salir de las sucesivas crisis, tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo han comenzado a subir los tipos de interés para luchar contra la inflación.
El resultado de esta medida de los dos mayores emisores del mundo será probablemente una repatriación de capitales desde las economías emergentes a las centrales, en las que éstos serán más escasos a causa de la política monetaria de los organismos citados. A esto hay que sumarle un renqueante comercio mundial, derivado del efecto en cadena que produce que China tenga tendencia a cerrar ciudades enteras cuando se produce la más mínima reaparición del Covid-19.
Sin dejar la economía, pero yendo a la política, la invasión de Ucrania ha generado una inestabilidad generalizada que, salvo sorpresa, se prolongará en el medio plazo. Dos de los principales productores de grano tienen serios problemas para exportar su producto. Uno de los mayores exportadores de hidrocarburos está en guerra abierta de sanciones con su hasta ahora principal cliente, la Unión Europea. Las tensiones geoestratégicas llevan a gastar más en armamento e inevitablemente han de atemorizar al ya de por sí cobarde dinero, lo que no es nada bueno para la inversión y la creación de puestos de trabajo.
A todo lo anterior, súmenle la posibilidad siempre real de que China se lance por Taiwán, que Irán vuelva a su programa nuclear, que Corea del Norte haga alguna de las suyas o que, incluso, algún partido extremista gane las elecciones en algún país del núcleo europeo provocando que Europa tiemble.
Son estos, en definitiva, tiempos turbulentos. Y, como se le atribuye a San Ignacio: en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. O sea que cuando llueve duro, mejor quedarse en casita a esperar que escampe. Bueno, pues justo en mitad de la tormenta, Colombia ha decidido llevar a cabo el mayor cambio político de su historia reciente eligiendo a un candidato de izquierdas. Como decisión, es arriesgada. ¿Será acertada? Lo dudo si implica aumentar el gasto precisamente en tiempos de escasez.
Es esta una época para la moderación, la contención y la política de lo real y lo posible. La búsqueda del ideal, de la utopía, históricamente siempre ha dado malos resultados. En la Colombia y en el mundo del presente, podría provocar el desastre.