Hace días, ante la evidente ola de homicidios y sicariatos, triné que en Cartagena impera la ley del plomo y que urgen planes de seguridad efectivos. Sobre esa afirmación me exigían plantear una solución a la problemática que en el momento no di, pues denunciar un lamentable fenómeno de criminalidad no me obliga a presentar la salida, mucho menos, si no tengo la autoridad en la materia para imponer una alternativa que pueda considerar útil.
Sin embargo, las estadísticas en materia de homicidios han crecido de manera asombrosa y el miedo se ha apoderado de nuestra ciudad. Los sicarios atacan a cualquier hora y la mayoría de las veces salen sin complicaciones dejando una estela de sangre y dolor, pero ninguna pista de sus identidades y móviles.
Es indiscutible que la Policía se torna insuficiente para generar paz y tranquilidad, y que los civiles no pueden portar armas para su autoprotección, mientras los facinerosos, que nunca han perpetuado sus fechorías con salvoconductos, andan campantes con percutores de gran calibre y con la serenidad de que su ataque no será repelido.
Según los medios, en lo que va del año se han reportado 93 homicidios, de los cuales 57 fueron sicariatos. Son cifras escandalosas, pareciera que viviésemos la película ‘La purga’, donde el crimen es libre y sin represión alguna, somos presa del horror. Evidentemente se requieren estrategias sólidas, de amplias magnitudes y que sean convocados los expertos en la materia para que diseñen e implementen tácticas efectivas que vayan más allá de los estériles consejos de seguridad.
Como un intento de sofocar la ardiente criminalidad se ha puesto en marcha la ‘Operación San Lázaro’, que esperamos, funcione. Adicionalmente creo conveniente la implementación de 10 escuadrones motorizados de la policía (al estilo de los otrora cascos amarillos), cada grupo compuesto por 30 hombres en 15 motocicletas ubicados estratégicamente en los puntos más candentes y con la posibilidad de agruparse cuando las circunstancias lo requieran. Ello permitiría la presencia permanente, daría percepción de seguridad y generaría más oportunidades de capturar a los forajidos en flagrancia.
Se debe construir una red de apoyo, dotada de modernos equipos de comunicación, integrada por taxistas, mototaxistas y particulares, que informen en tiempo real las acciones criminales. También es indispensable el fortalecimiento de la inteligencia para detectar la etiología del delito y lograr la desarticulación de bandas. Por último, es fundamental repensar la prohibición al porte de armas, pues se ha demostrado que no es una medida idónea para frenar la delincuencia, sí para estimularla.
Por todas esas razones, es claro que las autoridades deben tomar cartas en el asunto de manera urgente y cumplir con la obligación de procurar, seriamente, el cese de la horrible noche que nos desvela.
*Abogado.