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Columna

Sociedad compleja

18/01/2022 - 12:00 AM
ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ
ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ
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“Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin mayor fundamento” – W. Shakespeare.

Tiempo atrás escribí una columna que titulé ‘Sociedad de odios’ develando en ella las circunstancias de maldad que circundan el acontecer diario y que son el pan de cada día ante el triste reflejo de las redes sociales.

Hoy debo admitir que el punto va más allá y que el odio no es el único ingrediente de los males de esta generación. La situación es aún más compleja.

La semana pasada fue noticia en el mundo un hecho muy lamentable sucedido en Baghpat, India, protagonizado por una manada de simios que raptaron a un bebé de dos meses de nacido mientras dormía y que los padres hallaron muerto flotando en un tanque de agua. Esta reseña se viralizó y como ya es habitual se generaron múltiples comentarios, entre los que resalto los siguientes:

“La culpa es de los papás”; “Represalias de la naturaleza”; “Cansados de tanto maltrato por los humanos”; “Se están vengando, les matarían una cría”; “Eso tiene que ser un karma”; “Aquí en Colombia le pasan los carros por encima a las tortugas vivas. Como dicen por allí ‘ojo por ojo’”; “Allá hacen lo mismo con los micos”; “A los millones de monos que el ser humano ha matado, réstenle un humano”; “Era el próximo Uribe Vélez. Ellos lo sabían”; “Ahí tienen. A ellos también les roban sus crías”; “Es el típico proceso en donde la naturaleza reclama las idioteces que hace el ser humano”; entre otros.

Este tipo de opiniones evidencian el estado de postración en que se encuentra el mundo actual en el que, evidentemente, el odio es el ingrediente principal que se entremezcla con una gran dosis de ignorancia, testarudez, egoísmo, antipatía y la propagación de malestares mentales que nos convierten en una sociedad enferma, pues no es explicable que ante almas sanas se pierda el núcleo de pesar, dolor y solidaridad que engendra la muerte, en cualquier condición, de un bebecito que apenas estaba despertando hacia la vida.

Estamos ante una sociedad oscura que esparce temeridad y maldad. Ni con el viacrucis de una pandemia que ha arrojado muerte y devastación se ha logrado detener la avalancha de perversidad y esto se denota contemplando la fuerza de los hechos diarios. Siempre que se informa sobre un suceso nefasto, no solo de muerte, sino de desdichas, por ejemplo, judiciales, se adquiere como especie de un combustible que aviva el éxtasis de los odiadores de manera pública y privada, quienes empiezan a emitir juicios calificando y descalificando a los encartados sin limitación alguna, incluso se hacen exigencias altamente moralistas, de las que ellos carecen, con tal de hacer llegar el lodo hasta quien no tiene relación con lo ocurrido. Así se instrumentaliza la tragedia, capitalizándola para obtener réditos de opinión, algo así como “Al caído, caerle”.

*Abogado.



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