Columna
Seco, sopa y hielo
A quienes vivimos en el oeste de Canadá, en la provincia de British Columbia, el año pasado el clima nos dio seco, sopa y hielo. Literalmente, y en ese orden. En el verano tuvimos un calor extremo, que nunca había experimentado. Tuvimos un domo de calor que básicamente es como si lo metieran a uno en una olla de presión. Bajo la sombra se sentían 50 grados centígrados. No solo se batieron registros máximos de temperatura, sino que murieron más de 700 personas. Hubo muchos incendios forestales en la provincia. Hasta un pueblo entero tuvieron que evacuar porque se quemó: Lytton. Cuando pensamos que nos íbamos a refrescar en el otoño, nos llegó la sopa. Del Océano Pacífico se nos vino un río atmosférico, que es una súper nube cargada (imagínense 30 veces el caudal del río Magdalena en forma de vapor de agua). Por fortuna donde vivo no hubo inundaciones, pero un poco más al este sí que las tuvieron. La autopista principal que nos comunica con el resto del país se inundó por varios días, lo cual interrumpió el suministro de bienes, entre esos el combustible. Cientos de hectáreas de fincas estuvieron inundadas y murieron muchos animales ahogados. Pérdidas millonarias. Gente evacuada. Otras vías importantes se rompieron por causa de deslizamientos de tierra y por la fuerza del agua. Algunas de estas vías siguen en reparación y no están abiertas al público en general, solo al transporte indispensable. El fuego del verano no ayudó porque al quemarse, el suelo se vuelve hidrofóbico, o sea que repele el agua, lo cual aumenta la escorrentía. Luego vino el hielo. En el invierno se nos vino un frente muy frío del Ártico que resultó en grandes cantidades de nieve y temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero. Hasta hace unos días, los andenes parecían una pista de hielo. Canadá es un país organizado con una infraestructura bastante aceptable; sin embargo, la ocurrencia de extremos pone en evidencia deficiencias y necesidades. Los gobiernos locales, provinciales y el federal toman nota y se preparan con el planeamiento, la ingeniería y el financiamiento para corregir y mitigar los impactos de eventos climáticos extremos. Pensando ahora en Cartagena, donde todavía no hemos visto eventos climáticos realmente extremos, y donde con cualquier lluvia nos inundamos, ¿qué podemos esperar? Con una infraestructura deficiente donde los proyectos grandes siempre quedan para el año entrante, ¿qué va a pasar el día que pase algo medianamente extremo? Quienes piensan que el Plan 4C es la solución a los problemas no están ni tibios. Hace falta una visión coherente y articulada de ciudad-región que se refleje en el POT y que integre el plan de manejo de aguas lluvias, la protección costera, el aumento del nivel del mar, la planeación urbana y el desarrollo económico.