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“Regeneración o catástrofe”

Me he tomado el atrevimiento de titular esta columna con la frase pronunciada por Rafael Núñez al referirse a las circunstancias aciagas por las que estaba pasando el país en 1887, para aplicarla sin titubeos a la preocupante situación actual de nuestra ínclita Cartagena, por su evidente y total abandono actual, fruto de la inacción Distrital, falta de liderazgo de sus dirigentes y apatía generalizada o peligrosa anarquía de sus pobladores.

Por donde se le mire, a Cartagena hay que regenerarla y en ello hemos perdido demasiado tiempo. Nuestra vecina Barranquilla tuvo una época similar o peor que la nuestra y hoy ha renacido mostrando una envidiable cara de progreso imparable, gracias a que sus líderes entendieron lo que es la voluntad política, la planeación macro y la continuidad en los proyectos de ciudad. Pero aquí la voracidad politiquera (léase afán de lucro personal), la falta de civismo y amor por el terruño ha aplastado cualquier iniciativa positiva. ¿Cuántos años llevamos, por ejemplo, esperando un Plan de Ordenamiento Territorial actualizado? ¿Cuántos reestudiando el Plan Maestro de Alcantarillado Fluvial? ¿Cuántos bostezando por el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico? ¿Cuántos ahogándonos en las disminuidas y putrefactas aguas de los caños y lagos internos?

La falta de ordenamiento urbano, la codicia constructora, la falta de criterio profesional en los entes otorgantes de licencias, la corrupción y la ceguera gubernamental, dieron vía libre para adefesios como el Aquarela, que será el culpable que la Unesco nos borre de la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad, como pasó con Liverpool; o que la ciudad se inunde cada que llueve; o que se permitiera el taponamiento del caño Juan Angola, en el cruce entre Marbella y Torices, con un enorme edificio construido sobre rellenos que hemos visto crecer, pero nunca detener.

¿Y el Centro Histórico? Este es punto aparte por ser la joya de la corona y el que jalona la economía turística de la ciudad. Hice un recorrido y salí muy deprimido: el desorden es total y el ruido insoportable; las basuras pululan y las aguas negras corren por superficie; registros sin tapas, huecos en las calles. Indigna ver las patrimoniales casas convertidas, casi todas, en multitud de mini locales comerciales, en donde para acceder, convirtieron en puertas todas sus ventanas bajas eliminando sus antepechos, algunas de ellas con pórticos en piedra añadidos, con lo cual alteraron gravemente sus fachadas (y ahora nos enteramos de que ni siquiera pagan impuesto predial), todo esto violando normas y en las mismas narices del IPCC.

¿Regeneración o catástrofe? Lamentablemente estamos ya muy cerca de la segunda.

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