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¿Qué dice Dios?

Colombia está ad-portas de la decimocuarta reforma tributaria de los últimos 25 años. En cada una de ellas se nos ha dicho que necesitamos aumentar el recaudo para reducir las brechas de carácter social, económico y físico. La confianza siempre será el resultado de una promesa cumplida, lastimosamente detrás de cada reforma han estado los intereses comunes de un sector que ha sabido ponerlos por encima del bienestar de la nación.

Los efectos de estas reformas para los pobres han sido monstruosos. Ello sin considerar lo que se juega la clase media de este país a la que le toca soportar el peso de cada reforma.

Los daños irreparables que nos vienen con la consolidación del modelo neoliberal que se ha implementado, y que se van a acentuar con la próxima reforma, evidencian que el sistema es perverso en sí mismo. Por ello, no puede sino ser rechazado por oponerse, directamente, a cuanto pueda dignificar al ser humano. Estamos ante la más torpe y agresiva regresión de la humanidad precisamente porque está empujando, cada vez más, a la gente hacia la miseria y la muerte. Por regresión entendemos la formación y realización de tendencias y orientaciones que ocasionan daños masivos a la mayoría de la población en vez de ayudarle.

Frente a ello, es claro, que quienes seguimos el Evangelio de Jesús no estamos únicamente para secar las lágrimas y vendar las heridas. Quedarse en el apaciguamiento y la consolación es darle la bienvenida a quienes disfrutan el sistema y viven del modelo. El hambre no puede eclipsar el rostro de Dios.

Hoy es decisivo formular claramente el dolor y la necesidad; descubrir sus causas; decir públicamente que Dios no quiere esta situación; y construir una comunidad alternativa caracterizada por la solidaridad. Sostener que el sistema con sus reformas tributarias tiene sus aspectos buenos y que traerá bendiciones, es tan sarcástico como hablar del príncipe que está en Roma distribuyendo pan a los plebeyos mientras les muestra los espectáculos maravillosos en el circo de la ciudad. Desde el reverso de la historia, preguntan los pueblos explotados por Roma, si no sabemos quién paga ese pan mediante elevados tributos. Y desde la arena resuenan los gritos de los mártires que nos preguntan si no nos damos cuenta de que ellos mantienen la vida de los espectáculos con su sangre.

El papa Francisco, consciente de que no sirve tener más entre todos si hay personas a las que no les llega, les ha hecho la siguiente invitación a los jóvenes, economistas, académicos y empresarios: “Estamos urgidos de una economía diferente, que haga vivir a la gente y no mate, que incluya y no excluya, que humanice y no deshumanice, que cuide la creación y no la saquee”. Gran tarea que algunos jóvenes cartageneros ya iniciaron.

*Director del PDP Canal del Dique.

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