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Pongámonos de moda

No hay mejor ejemplo que el que da la moda. Los jóvenes lo saben. Ellos ven una foto con el pantalón roto de un famoso y lo compran para imitarlo. No importa si la moda es bonita o fea, cuando hay una causa, que es la de estar a la moda, no hay bonito ni feo. Hay una identificación y un sentido de pertenencia.

Así ocurre con las malas noticias, no por ellas mismas, sino por los actos que informan casi compulsivamente provocando un holocausto emocional en la psique del país. Si la gente sólo ve delincuencia e impunidad, que es la verdadera injusticia social, la gente tenderá a creer que eso está de moda y es lo normal.

Es hora de cambiar el chip. Siempre he considerado que Colombia es un país mediano, casi mediocre en algunos aspectos relevantes, con escasos destellos de brillantez inaudita. Hay sin embargo ejemplos a seguir que no tienen que ser los Nairos, los Egans, las Shakiras, los Falcaos, los Patarroyos, los Botero u otros famosos de primera línea que ocasionalmente nos han hecho olvidar las penas. Hay muchos otros ejemplos a seguir en segunda línea, para ponernos a tono con las marchas, de emprendedores que están haciendo patria, pero de los que poco se sabe.

A todos esos valientes emprendedores, que no salen en las noticias porque según los medios no generan ratings, el presente nos está enviando un mensaje a manera de ultimátum: es el momento de dejar de esconderse en el anonimato y empezar a cantar a los cuatro vientos todo lo bueno que hacen desde sus empresas; pongan a sus empleados a contar sus historias de éxito; muestren en público cómo cumplen con las normas del Estado; cuelguen en las redes sociales todas sus políticas de cuanto sistema de gestión son obligados a llevar y de cómo esa disciplina le genera ganancias, bienestar, más empleo, tranquilidad de conciencia, y sobre todo, por si fuera poco, impuestos para el Estado. Es el momento de defender la empresa privada desde la educación escolar y universitaria y ser mucho más mercaderes de las acciones, los sacrificios, los esfuerzos que se hacen para alcanzar metas, superar desafíos, generar valor y compartir las historias que sigan de ejemplo, que conlleva el alivio de la recompensa personal.

Lo mismo aplica para los altos cargos directivos, todos seguramente con experiencia y algún tipo de capacitación, algunos con mayor esfuerzo que otros, pero con la madurez para evitar caer en las envidias y otras bajezas.

Hay que salir a contar historias y tenemos que salir a vender lo que ha funcionado. Pongámonos de moda, a ver si esta moda se vuelve por fin de interés suficiente para que los medios la repliquen con la importancia merecida, y nos volvamos el ejemplo que el país necesita ver, respirar, sentir y sobre todo imitar desesperadamente.

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