<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

Plástico fantástico

Pocas cosas me parecen más acertadas que guiar nuestras decisiones por lo que yo llamaría el “criterio de libertad”. Esto es, ¿la acción o decisión que voy a tomar supondrá un aumento o una reducción de mi libertad? Si la respuesta es positiva (y no perjudico a terceros), adelante. Si no lo es, más te vale que esté bien justificada la decisión en cuestión.

La libertad es como los cachos, una vez te los han puesto, ya no es posible quitarlos. Una vez te han quitado una cuota de libertad, es muy difícil recuperarla. Generalmente, porque el que te la quita no tiene motivaciones para devolverla y tú, por haberla perdido, te encuentras más débil que antes para recuperarla.

Pues en el presente estamos renunciando a un elemento que garantiza nuestra libertad y al que estamos tan acostumbrados que ni nos damos cuenta de los efectos de renunciar a él: el dinero en efectivo. Cada vez más pagamos con tarjetas, el plástico fantástico, con aplicaciones informáticas y con todo tipo de cachivaches fantasmales que carecen de corporeidad y que nos hacen voluntariamente ceder la inmensa parcela de libertad que supone poder hacer lo que yo quiera y sin que nadie se entere con un billete. ¿No se puede hacer eso con una tarjeta o un código QR? En absoluto.

Al utilizar esos mecanismos estás cediendo tus datos a quien te suministra el servicio de pago. Generalmente, empresas privadas interesadas en tener tus datos para venderlos a terceros o para utilizarlos ellas mismas en su beneficio, que no en el tuyo. Todos saben en qué, cómo y cuándo te gastas el dinero. Por supuesto, casi siempre te cobran por usar tú dinero. Dirás que no pagas comisiones cada vez que utilizas la tarjeta. Te responderé que, si no las ves, es porque te las están cobrando de otro modo, por ejemplo, con la utilización y venta de tus datos ya citada.

Empresas privadas malvadas, entonces. Todo se solucionaría si el sistema digital de pagos fuera público. ¿Eso crees? Pues estudia un poco cómo funciona en China, donde, si te portas mal, el Estado te limita en qué puedes gastarte tu dinero en función de que actúes o no como el Estado quiere. Y como casi todo es digital, no hay modo de escapar. Así que más vale recordar: el dinero físico es libertad. Ese pedacito de papel simboliza lo que puedo hacer sin que nadie me diga en qué o como. El dinero físico es privacidad y disfrutar de mis derechos. El dinero digital..., eso es ceder libertad a cambio de comodidad.

Más noticias

  NOTICIAS RECOMENDADAS