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¿Para dónde vamos?

¿Para dónde vamos con nuestro turismo? es una pregunta que se escucha con frecuencia y casi siempre quienes se la formulan lo hacen entre expectantes y angustiados y quienes responden, es común que lo hagan entre el pesimismo y las preocupaciones. En estos días hemos asistido a dos grandes y antagónicos escenarios. De una parte, quienes expresan la satisfacción por las noticias de que uno de nuestros hoteles es el décimo de la lista de los mejores 50 hoteles de Suramérica o que la ciudad es el mejor destino para cruceros y para bodas, que la semana de receso escolar la mayoría de hoteles de la ciudad tuvieron ocupaciones por encima del 90% y que en algunos sectores los índices de crecimiento están por encima del 20%.

De otra parte, escuchamos noticias como que la zona del Museo Naval y del hotel Santa Teresa ha estado inundada por aguas negras, la muerte de un turista en el parque de La Marina por tropezar con un cable de alta tensión, los robos y estafas a turistas, más las noticias que parece que a nadie sorprenden de las formas abiertas y groseras de oferta de drogas y de prostitutas a toda clase de turistas, incluyendo a adolescentes de 14 años con su grupo familiar caminando por el Centro Histórico.

Se cuenta la anécdota de que Eusebio Leal, el historiador y director del centro histórico de La Habana tenía celos por Cartagena, pues decía que cuando los europeos descubrieran a Cartagena, dejarían de ir a la capital cubana para venirse a nuestro corralito. En el 2019 Cuba recibió 4.6 millones de turistas y a La Habana llegó casi a dos millones de ellos. En ese mismo año, nuestro país recibió casi cinco millones de turistas y la ciudad, medio millón.

Lo anterior nos genera varias inquietudes. Si Cartagena recibe casi el 10% de los turistas que llegan a Colombia, cuando al país lleguen 8 o 10 millones de visitantes, como es la meta del Gobierno en los próximos años, a nuestra ciudad vendrían 800 mil o un millón. Esto es casi el 100% más de los que tuvimos en el 2019. ¿Cuál va a ser el impacto de esos turistas en el Centro Histórico? Pero pensemos que esos turistas van a llegar a Barú o a la zona norte. Las preguntas entonces tendrán que ver con el ordenamiento, infraestructura, equipamiento y servicios para esa demanda, pero en especial, cómo haremos para que a la población local le lleguen los beneficios de esa. Igualmente pensemos ¿qué debemos hacer para que no siga creciendo un tipo de visitante que lo hace por drogas o prostitución? La inercia del sector público por ordenar o incidir en nuestro futuro turístico, la acción espontánea del mercado internacional, el cambio favorable del dólar para los visitantes, más la sensación de que aquí cualquiera puede hacer lo que le convenga y de que no hay autoridad, generan las condiciones para lo que se llama una “tormenta perfecta” en la cual los ganadores serán pocos y los perdedores, la mayoría de los cartageneros.

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