Se esta configurando en la ciudad un panorama nada halagador, nada promisorio tanto para el presente inmediato como para el mediano plazo, a menos que entre todos, empezando por la administración, la clase política, los empresarios y dirigentes de todos los sectores, asuman que es competencia de todos tener la ciudad que queremos o la que nos mereceremos por la negligencia, egoísmos e incapacidad de pensar y actuar colectivamente.
Se trata, como lo han dicho y escrito otras personas, de estar acercándonos al panorama que vivieron algunas ciudades del país por los años 90, en cuanto al proceso de descomposición social, aumento sostenido de diferentes tipos de violencia, sicariatos, intolerancia social, microtráfico, territorios urbanos tomados y controlados por bandas criminales, donde quien las cruzara, así sea por equivocación, lo más probable es que fuera asesinado, degradación de las relaciones sociales, con los ciudadanos encerrándose en sus casas y cediendo el espacio y los parques públicos a la delincuencia, con aumento de la inseguridad en todos los escenarios y sectores, y en especial, con una pérdida creciente de la confianza pública en particular, sobre el ejercicio de la justicia, de las autoridades de policía y de la administración pública.
En este contexto no nos debe sorprender que vuelven a aparecer en nuestros barrios las bandas controlando distintas actividades, imponiendo horarios, multas y extorsionando vehículos, tiendas, transportadores y toda clase de actividades económicas, pues las condiciones precarias, la sensación de que el delito no se castiga, una Fuerza Pública distante, el ejemplo de un Gobierno Nacional que parece que se hubiera rendido a los llamados paros armados y la ausencia de perspectivas reales y de esperanzas para los jóvenes y adolescentes están creando ese ambiente donde lo mas probable es que sigamos avanzando hacia un deterioro y descomposición social mayor.
A este panorama cada vez más complejo, se suma un ambiente de “todo se vale” o “cada uno haga lo que quiera que aquí no pasa nada”, y me refiero al sector turístico, donde no conocemos planes, programas o políticas que direccionen el desarrollo de la actividad, con unos criterios claros en cuanto al tipo de turismo que nos interesa o nos conviene explotar o propiciar; donde el Centro Histórico, por ejemplo, es tierra de nadie, donde no se tienen limites ni controles para que no prosperen actividades que en ninguna ciudad decente se toleran, o donde se acatan las normas.
No creo que estemos cerca del punto de inflexión, esto es, el punto donde la curva decreciente se empieza a modificar para salir hacia mejores condiciones.
Esto no se produce por generación espontánea ni por la acción divina. El modificar el panorama futuro de la ciudad es simple y llanamente el resultado de la acción o inacción e indiferencia de los ciudadanos que la habitamos.
*Sociólogo.