<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

No hablemos de política

Después de semanas intensas, llenas de titulares y espera, por fin se celebraron la elecciones presidenciales. La victoria en las urnas de Gustavo Petro y Francia Márquez fue un hecho sin precedentes para nuestro país. Y como tal, ha sido motor de todo tipo de sentimientos. Colombia amaneció entre el miedo y la angustia para unos, y la alegría y la esperanza para otros. Si algún sentimiento se ausentó, a mi juicio, fue el de unidad. Una vez más, polarizados por un resultado apretado, nos encontramos los ciudadanos presos de lo que es un juego propio de la democracia. Y, a decir verdad, ¿qué más podíamos esperar? Un discurso de victoria cargado de puyas y unos mensajes de aceptación de la derrota a regañadientes y sin sustancia no daban para más.

Eso es Colombia hoy. No me alegra decirlo. Y creo que no es más que sinceridad el reconocer que en la mayoría de conversaciones entre amigos o familiares, en las opiniones de redes sociales y en los mensajes políticos hay tintes de odio que producen todo menos esperanza. La verdad es que no voté por Gustavo Petro en primera vuelta; no era mi candidato y, aunque respeto sus luchas y a quienes lo acompañan, tengo profundas diferencias con él y su forma de hacer política. No negaré tampoco que critiqué sus alianzas y vi con recelo muchas propuestas suyas. De igual forma debo decir que no fui capaz de votar por Rodolfo Hernández. Sus formas groseras, falta de programa y negligencia en el trato no me lo permitían.

Así, estando entre la espada y la pared cada quien tomó su decisión y hoy el soberano ha elegido a Petro. A mí me parecía la mejor opción en la baraja, sin embargo como esta columna es todo menos proselitista, mi intención es simplemente dejar dos reflexiones para todos.

La primera tiene que ver con las posturas que tomemos frente a lo que este gobierno representará. A mi juicio, estamos ante un momento muy interesante políticamente. El triunfo de la izquierda en Colombia significa que en este país existe la posibilidad de alternar el poder; que no siempre ganan los mismos, y eso robustece el juego político y empodera el voto. Como sucede en los países más democráticos, las fuerzas políticas combaten con ideas y pueden plantear distintas formas de manejar el Estado. Eso es democracia. También lo es que haya control. Petro llega con un Congreso plural, organismos de control en su contra, unas Fuerzas Militares históricamente conservadoras, y unas Cortes fuertes e independientes que han atajado ya muchos proyectos autoritarios. Gobernará un país donde la mitad no lo respalda y donde la vigilancia será protagonista. El nuevo gobierno representará muchas rupturas, pero no una ruptura institucional. Eso es sano para Colombia.

Mi segunda reflexión tiene que ver con lo que nos queda a los ciudadanos de a pie. A quienes votamos, a quienes construyen empresas, trabajan, estudian y a veces creen que es mejor “no hablar de política”. A quienes están preocupados. Creo que esta es una oportunidad histórica para entender que el diferente no es un enemigo y que el amor por la patria no depende de un presidente sino del esfuerzo de los cincuenta millones de colombianos. Entender que sí hay que hablar de política en paz para vivir en la diferencia y que esta elección representa el triunfo de una parte ensombrecida de la población. Debemos poder ser críticos de las acciones del gobierno entrante mientras garantizamos que nuestras palabras no estén encaminadas a destituirnos entre nosotros con ironías o violencia; de eso el pueblo colombiano ya ha tenido más que suficiente. Cuidemos a Colombia respaldando la democracia. Yo les deseo lo mejor a Petro y Francia porque le deseo lo mejor a mi país; les deseo que cumplan y que escuchen a todo el pueblo, incluyendo a quienes no los quieren. Espero que eso, sumado al esfuerzo de cada persona por ser respetuoso nos garantice un mejor país de aquí en adelante.

Más noticias