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Marxismo cultural en marcha

Ayer se inició la enseñanza del Informe de la Comisión de la Verdad en 4.200 colegios. Es el triunfo de Antonio Gramsci, quien hace casi 100 años preconizó horadar los fundamentos del capitalismo no solo a través de la lucha de clases, sino también a través de la captura amable de mentes y corazones.

Cuando Gramsci hizo sus recomendaciones, la imagen del comunismo en el mundo transitaba por un mal momento: los humillantes y crueles juicios de Stalin a los fundadores del paraíso soviético de los trabajadores, lo dejaban mal parado. Pasarían muchos años, sin embargo, antes de que las enseñanzas del italiano se convirtieran en la ofensiva de encanto de hoy. La ortodoxia asfixiante del estalinismo alejó todavía simpatizantes. El maestro Gerardo Molina no se reconocería en el aroma actual.

El padre Francisco de Roux ha entregado su vida a la ofensiva intelectual y de persuasión amable del marxismo, en el marco de la racionalidad, la investigación y la Academia, y ahora sibilinamente de la historia. Son las gotas que serán administradas sin beneficio de inventario a los niños. El acontecer del conflicto que ha vivido y continúa viviendo Colombia merece ser dado a conocer, siempre y cuando el relato sea balanceado. Las conclusiones de la Comisión son solo parte de una realidad muy compleja, que necesita cotejarse y controvertirse, como ya lo expresan muchas voces, antes de pasar a ser texto escolar.

Un agudo conocedor de la realidad colombiana comentaba en estos días que este país de memoria corta olvida que la guerrilla con vocación de poder nació cuando Jacobo Arenas, inspirado por el Fidel de la Sierra Maestra, se fue al monte en 1964 para enmarcar ideológicamente en el marxismo a una de las tantas revueltas campesinas que este país había padecido desde siempre, producto de la geografía y la frustración local. Ahí nacieron los cuerpos armados con vocación de poder nacional, a los que el Estado debía responder institucionalmente. Lo hizo a medias.

El accionar de la guerrilla se extendió a extorsionar al privado para financiarse y el Estado fue incapaz de defenderle. Aquel recurrió entonces a la defensa propia con las Autodefensas. Como todo lo que nace fuera de la ley, guerrilla y Autodefensa degeneraron hacia los perores crímenes. Con la progresiva descomposición, las Fuerzas Armadas recurrieron a incentivos perversos para tratar de enrayar la violencia. Con batallones marxistas a las puertas de Bogotá, el país eligió a Álvaro Uribe para revertir el caos.

Don Sancho Jimeno, quien defendió a Cartagena en 1697, recordaba que Pedro I, a quien los suyos llamaban El Justo, combatió revueltas promovidas por pretendientes a su corona a los largo de su reinado (1350-1369). Sucumbió finalmente ante las bandas mercenarias de su hermanastro bastardo Enrique de Trastámara, el bisabuelo de la gran Isabel la Católica. Como fue el perdedor, la historia lo conoce como Pedro el Cruel. La historia es de los vencedores. Ahí está Colombia.

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