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Mahates culinario

Paseando por una finca en Mahates (Bolívar), no pude contener las ganas de aprovechar y visitar a mi amigo politólogo, quien permanece en el ‘Centro Mental de Reposo de Nuestra Señora de las Neuronas’. Como estamos en campaña presidencial, quería escuchar sus reflexiones políticas del momento.

Cuando llego al auspicio, lo veo encerrado en una especie de celda y sin saludarlo le pregunto: “Amigo, te tienen guardado. ¿Qué te pasó?”. Y el hombre, algo incómodo, me contesta: “¡No ves que estoy castigado! Resulta que me puse creativo y quise explorar en una especie de ‘cocina alternativa metalmecánica’ y el experimento lógico fue soltar unos ‘balines’ en el sancocho del día, y ajá, algunas muelas y dientes de los compañeros se partieron como cualquier cerámica barata del medioevo”.

“Qué vaina”, le contesté, y para entrar en materia le pregunté: “¿Cómo ves el tema político nacional?” El politólogo, acomodándose la bermuda, me dijo: “Preocupado. Hay como 60 candidatos y resulta que el comunista va ganando. Cuando uno elige por odio y resentimiento, nada bueno sale de ahí. Si fuera por nuestra querida costa Caribe, con Cartagena en primera línea, ya seríamos como Venezuela”, me dijo. Luego enfatizó: “¡La ingenuidad es una peste peor que la COVID-19!”.

“Preocupante”, le comenté. Y luego me interrumpió, para decir: “Sabes que también me castigaron por intentar hacer el primer ‘jugo de tuercas’ de la humanidad, y como la licuadora se desbarató, nuevamente la directora me encerró. Vivo castigado y eso que unos amigos odontólogos me animan a seguir experimentando con la nueva cocina metalmecánica”.

“Amigo”, tomé la palabra nuevamente. “¿Puedes ampliar tu explicación política?”. Él, con esa sabiduría entreverada, me respondió: “Sabes, hay un microcuento que lo resume todo y que dice: La hormiga, por odio a la cucaracha, votó por el insecticida. Murieron todos. Hasta el grillo que nunca salió a votar. ¿Lo quieres más claro?”, remató.

“Señor, debo irme. ¿Algún comentario final? ¿Por qué te preocupa tanto Petro? Y me dijo: “Hermano, sencillo y anótalo en un papel. Una reforma tributaria vale $20 billones de pesos. Pues bien, él se va a tomar los $360 billones que tienen ahorrados los trabajadores colombianos en las pensiones privadas, las nacionalizará y hará populismo y fiesta con esa plata. Luego del guayabo, cuando el país esté quebrado y con una inflación descomunal, ya qué carajo, la democracia estará secuestrada. ¿Y quién lo baja de ahí? ¿Los líderes del paro? ¡No seas tan pendejo!”, finalizó.

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