“Ya ni con drogas, ni con alcohol. Ya no consigo ninguna reacción” (Banda sonora de la película Rodrigo D no futuro, 1988).
Con estas brisas cinematográficas de marzo en la ciudad de Cartagena, me entró la nostalgia de mirar por quinta vez, la truculenta película del realizador Víctor Gaviria, Rodrigo D no futuro; y pude vislumbrar en ella un coincidente parecido con la realidad de cientos de jóvenes en nuestra maltrecha ciudad.
Este largometraje es la primera película colombiana en tocar el tema del conflicto armado en las ciudades como producto de la marginalidad. Se enfocó principalmente en Medellín, porque esta ciudad fue la única de las grandes metrópolis de Colombia donde se vivió el conflicto armado de primera mano, es decir, donde confluían todos los actores y sus violencias.
En los años ochenta, mientras Colombia ardía en llamas por cuenta de los conflictos entre guerrillas, narcotraficantes, paramilitares y Fuerzas Armadas, la juventud de barriadas pobres se perdía en sus veleidades y el futuro parecía no deparar nada bueno. Gaviria haciendo uso de su acervo literario y su gran cultura urbana, utilizó la técnica del neorrealismo italiano para poner en la pantalla la vida de un joven de las comunas de Medellín. El protagonista, Rodrigo, era un muchacho que buscaba suplir su carencia maternal y existencial con el punk. Este sueño, sin embargo, no fue posible porque no tenía el dinero para conseguir su instrumento: la batería. Así, con algo tan simple como real, se explota una poética y una estética que condensan la sagacidad de la juventud, las dificultades del entorno, y la explosión de la música.
Aquí en Cartagena, no hay montañas, ni se escucha con fuerza el punk, o el metal, pero sí, al igual que en los ochenta y noventa, cuando los carteles mandaban la parada en el país, hay un despertar de vandalismo local, donde los primeros reclutados son adolescentes de las zonas más pobres de Cartagena.
En este contexto local, como en el de la película, la música también se volvió un instrumento de salvación, pero aquí los reyes son la champeta y los sonidos urbanos; que en general han sembrado un estilo de vida. Es en este escenario cargado de drogas, violencia y delincuencia, donde se refugian muchos de nuestros jóvenes sin un hogar garante, pero sobre todo sin oportunidades reales más allá de pertenecer a un boro que reemplaza la familia que no tienen.
Sería muy importante que el tema del futuro de nuestros adolescentes y jóvenes, fuera agenda esencial de los candidatos a la Alcaldía, para la reconstrucción de nuestra ciudad. Se debe fortalecer de manera contundente la educación en los hogares, así como los incentivos en la cultura, arte y deporte para este colectivo social.
*Abogada