En el marco de la cada vez más intensa polarización política que vive gran parte de los países occidentales, uno de los elementos que más recurrentemente se escucha es la auto-identificación como liberales de todos aquellos que están contra los gobiernos y partidos políticos de izquierdas, esto es, aquellos que hacen girar su política alrededor de una fuerte intervención del Estado tanto en la economía como en las restantes esferas de la vida pública. Ya sea la presidenta de una región en España, un centro de pensamiento en EE. UU., o un candidato político en Chile, etiquetarse a uno mismo como liberal es algo que se ha puesto de moda.
El problema es que aquellos que, más o menos y con todo el respeto debido a Popper y a la momia de Bentham, nos consideramos liberales no acabamos de ver del todo claro que muchos que se dicen liberales lo sean realmente. ¿Qué es un liberal? Por resumirlo en una frase: aquel que cree que la libertad es algo importante y que opina que el Estado debe meterse lo menos posible en nuestras vidas. Para los liberales la libertad es vivir mi vida sin injerencias externas, entendiendo por mi vida aquella esfera de privacidad en la que me desarrollo como persona sin afectar la libertad de otros sujetos y por injerencias externas cualquier tipo de compulsión procedente de terceros no deseada por mí y que afecta mi esfera de privacidad. El tercero más peligroso de todos es el Estado, por ello los liberales defienden un Estado pequeño, limitado y controlado.
Todo esto (que, evidentemente, es una fantástica simplificación de una materia que llena libros) implica que un liberal quiere una economía lo más libre posible, pero también una vida personal lo más libre posible. O sea, capitalismo bien, pero matrimonio homosexual, velo musulmán y aborto también bien. Y no es que al liberal le parezca mejor o peor que una mujer se cubra con un velo, sino que el liberal piensa que tal decisión es cosa de ella, no siendo quien la sociedad manifestada en el Estado para decirle si debe o no cubrirse.
Aquí es donde muchos de los autodenominados liberales entran en crisis. Porque lo de que el mercado haga lo que bien le parezca les gusta, pero que lo hagan homosexuales y mujeres eso ya no acaba de convencerles tanto. ¿Son liberales? No. Son conservadores de toda la vida. Claro, que quizá, como me dice mi buen amigo Juan, el problema sea mío, que me digo liberal y puede que en realidad sea anarquista.