<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

La simbología de la espada

“Nos gobiernan los símbolos” .

Alfred Korzybski.

El pasado 7 de agosto se realizó la posesión de Gustavo Petro como presidente de la República de Colombia. Su primer acto en ejercicio del poder fue ordenar a la fuerza pública que llevaran al escenario la espada de Bolívar como un símbolo anhelado de ese acto histórico. Ese suceso de manera aislada no dice nada, pero lo antecedió una circunstancia polémica; aparentemente, el expresidente Duque en el ocaso de su mandato prohibió la salida de aquel monumento.

Esta circunstancia provocó una polémica nacional y, cómo era de esperarse, diversas opiniones cuyo sentido estaba determinado por la cuerda ideológica que se profesa. Para los adeptos al gobierno entrante fue una acción justa y necesaria de poder ante la soberbia y urticaria del expresidente Duque; para los hoy opositores significó una demostración innecesaria de poderío.

El hecho es que voces respetables se han pronunciado, entre ellas las de Rodrigo Uprimny, quien analizó el contexto desde el punto de vista constitucional concluyendo que, contrario a lo que se afirmaba desde el Pacto Histórico, tenemos un sistema democrático respetable, en tanto que las órdenes del entrante y saliente presidente fueron cumplidas por la fuerza pública, lo que además indica y ratifica la necesaria subordinación de las fuerzas (no deliberantes por mandato constitucional) al poder civil, aun ante su transferencia de la derecha hacia la izquierda.

Al mirarse esta situación de forma crítica surgen varias inquietudes. La primera es la naturaleza de la espada de Bolívar, es decir, es un símbolo y monumento nacional que requiere de una custodia y cuidado especial, entonces ¿qué tipo de autorizaciones son requeridas para su traslado? Esto de alguna manera despejaría la duda sobre si de verdad el expresidente Duque actuó ilógicamente con despotismo de último momento o si lo hizo con la debida diligencia y cuidado al protegerlo. Por eso no dejo de hacer el análisis del peligro que se corrió al transportarla de manera improvisada y apresurada. Por otro lado, me pregunto si era ineludible hacer una exhibición de poder de esa magnitud al punto de suspender la ceremonia y dejar a la vicepresidenta Francia Márquez que, en mi juicio representa la conquista más esperanzadora, con la mano alzada, esperando ser juramentada.

Es dable pensar que ese despliegue de poder era tan innecesario como la talanquera del presidente saliente. Aun así, el uso de la histórica espada, cuya simbología representa la lucha contra el yugo, la libertad y la esperanza; podría advertirse como indispensable ante la ideología del gobierno que triunfó en franca democracia.

Sin duda, la historia detrás de la espada de Bolívar y los orígenes del presidente, le dispensan la incomodidad originada con la suspensión ceremonial y los riesgos asumidos.

Más noticias