<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

La pobre ‘EPSita’

Si aún viviera Rafael Pombo (Bogotá, noviembre 7 de 1833 - Bogotá, mayo 5 de 1912), escritor, luminoso fabulista, poeta e intelectual, sufriría infamias y torturas de las barreras de acceso por cuenta de las EPS, negándole servicios médico-asistenciales que, a sus 79 años, mitigaran dolores de su incurable enfermedad; otros serían los versos punzantes de ‘La pobre viejecita’.

“Erase una pobre EPSita sin nadita que comer, sino tortas gigantescas del presupuesto nacional sin rendirle cuenta a nadie, ni siquiera al mismo Rey.

Formulaba Ibuprofeno a tutiplén, jarabe de paciencia para que no jodieran más, enemas de codicia, elixir de impunidad y a la pobre no le quedaba que beber ni que cenar.

¡Tan pobre la Hermanita de la Caridad!, ni un ranchito donde sus pies estirar, solo un sinfín de casonas, oficinas tamaño presidencial, cedidas a Fundaciones, libros secretos de boyante contabilidad.

Nadie la cuidaba, de principio a fin, solo personajes de raca-mandaca y verdad-verdad hasta el más humilde edil, dos millones de sabuesos de librea, guayabera y corbatín.

Nunca tuvo en qué sentarse y sus huesos descansar, solo sillas de cedro, oro y marfil, poltronas y sofás donados por el mismísimo sultán.

¡Pobre EPSita! Jamás gozó de un lecho decente en su humilde hogar, solo camas gigantescas, colchones de blanda espuma, recuerdos del olvidadizo Alibabá.

Y la EPSita tuvo un año más de vieja y uno menos de sandeces cuando, un ‘Corcho’ intrépido y decidido, taponó, sin pensarlo dos veces, la infame disentería del presupuesto nacional.

Frente al crucifijo y la mismísima Dian, la arruinada EPSita contó, una a una, sus obras de caridad que la dejaron desnuda, sin qué vestir, sino trajes de mil cortes y, de telas, mil y mil.

Y a no ser por toneladas de zapatillas y escarpín, con piececitos descalzos, anduviera la infeliz vagando en sus laberintos de espinas que, a los derechos ajenos, sin piedad, les puso fin.

Apetito nunca tuvo, acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien. Se murió de ‘Mal de arrugas’, pipona como un ‘100’ y no volverá a quejarse ni de hambre ni de sed.

Pobre EPSita: tutelas y desacatos como papel de toilette: esclavos de batas blancas, hospitales agonizando en perpetua iliquidez, rostros amados que jamás han de volver.

Treinta años pegadita a la ubre, sin aprender a dividir, solo a multiplicar; duerme tranquila EPSita, de azufre su pedestal, mientras el pueblo suplica, al dios de justicia y equidad, junto a Simón El Bobito, morirse del mismo mal”.

Más noticias

  NOTICIAS RECOMENDADAS