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La mototaxi

Hay que pensar en el desplazamiento por el espacio como un tipo de escritura. Cada acto de transporte tiene un comienzo, un medio y un final. Un lugar de partida, una trayectoria y un destino. Todo lo que pasa en medio es la historia que cuenta con su movimiento y sus tropiezos o aciertos. O es una filosofía, ese texto que traza la moto en el papel de la ciudad. Una filosofía que puede decir tanto como un libro de cuatrocientas páginas.

Es un código, una manera concreta de interpretar el espacio y el tiempo. El automóvil es ordenado y secuencial, tiene que serlo debido a sus condiciones materiales. Tiene que ir uno después del otro, en fila, aunque a veces, como sabemos, ese orden ideal del automóvil se complejiza y alguno se mete o interrumpe, lo que debería ser un orden establecido. La mototaxi, en cambio, propone un texto altamente improvisado, ni ordenado ni secuencial. Caótico, sí, y generador de accidentes y malos humores, como a mí mismo me pasa a menudo; pero el caos es a menudo también el origen de la creatividad.

Si el automóvil es una sinfonía o una enciclopedia, la mototaxi es Jazz improvisado, que llega por momentos hasta el ruido, o poesía delirante que solo tiene sentido por pedazos, escrituras especulativas y experimentales que uno disfruta leyendo, aunque no entienda mucho.

Como digo, sí, es un dolor de cabeza el tema de las motos, pero, al mismo tiempo, señala algo profundo del espíritu Caribe. El entrar y salir de los registros, hablar así en la oficina, así en la fiesta, así en la pelea. El no tomarse nada como establecido en última instancia, sino que todo está siempre por verse, como si el lema fuera: ‘Espérate, no te desesperes, algo nos inventamos’. Ese inventar constantemente, romper las reglas y las leyes, o no respetarlas excepto cuando nos están viendo, es, en un solo movimiento, lo mejor y lo peor que tenemos los cartageneros. Es una potencia de improvisación e irrespeto por lo recibido, que sirve para cosas buenas y para muchas malas también.

¿Cómo es la vida de un alma automóvil y cómo la del alma mototaxi? El automóvil va en su carril, se detiene donde hay que parar, lleva su licencia en orden. El alma mototaxi no se sigue por el deber ser, sino que hace lo que aplica en cada caso, sea o no lo que debe ser según los estándares de los automóviles. En una sociedad ambos tipos de alma son necesarios e importantes. Si todos fuéramos carros no se inventaría nada nuevo. Si todos fuéramos motos no habría sociedad.

Tal vez tenemos demasiada creatividad, demasiado caos. Seguro que nos iría mejor como ciudad si más personas respetáramos las normas; pero, como eso no va a cambiar así como así, por lo menos podemos celebrar, de esta manera literaria, ese espíritu de libertad radical. Podemos celebrarlo entre accidentes y rabias, y celebrarlo solo un poco, no se nos vaya a ir la mano en el acelerador.

Al fin de cuentas, somos animales, y buscamos cada uno lo que nos conviene. Nuestros instintos o disposiciones cívicas pueden resultar en mejores o peores resultados, pero nacen en los cerebros, que no son ni mejores ni peores, solo diferentes, con unas características o con otras, como un libro que expone sus ideas y luego esas ideas resultan apropiadas o no, según quién las lea.

Las personas somos los libros, y quien nos lee es el destino. Cada uno tiene la responsabilidad de hacerse legible para el destino que espera, pero el destino está en todo su derecho de negarnos la interpretación que buscábamos.

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