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La marcha de los decentes

Las marchas del 26 de septiembre fueron apoteósicas en todas las ciudades grandes del país. El balance es más que satisfactorio. El principal mensaje es que se puede protestar pacíficamente, con cero violencia, con cero atentados contra el patrimonio, con cero ataques personales entre ciudadanos. Incluso, como conclusión se puede anotar que cuando se marcha civilizadamente no se necesita el Esmad, y solo es necesario cuando marchan los desadaptados que arrasan con todo a su paso, generando barbarie y caos.

Cierto es que el colombiano se acostumbró consuetudinariamente al uso de la violencia para lograr resultados: Pablo Escobar cambió el capítulo de la extradición a punta de explosivos a la sociedad civil y a la matanza de policías. Las Farc se hicieron congresistas después de violar niños, asesinar colombianos y cometer toda clase de crímenes de lesa humanidad. Es tan viejo el uso de la violencia, que antaño cada vez que querían cambiar la Constitución se ponían violentos.

Pero el país ha cambiado y lo han cambiado los colombianos de bien, para algo ha servido la educación, la academia, las universidades, los ejemplos de países amigos con tradición pacífica.

Hemos aprendido del turbulento pasado (una historia de guerra entre los partidos políticos) y rectificado de alguna manera el espíritu violento que nos caracteriza.

Satisfactorias las marchas, porque a pesar de la posible tiranía que se ve en ciernes, los colombianos no tenemos miedo. Acuérdense que no somos tan pacíficos como los venezolanos o los cubanos.

El señor Petro no se puede poner a jugar con candela porque las consecuencias pueden ser catastróficas. Aunque en el alma de presidente pueda vivir un autócrata y poco le importaran las protestas y no les dará la importancia que merecen, estas están cargadas de una gran advertencia y muchas señales: las gentes no quieren la clase de cambios que plantea su gobierno, las gentes estarán dispuestas hacer una gran resistencia, pero también estamos listos para asumir en paz si se rectifica el camino terrible que hasta ahora ha tomado la salud de la patria.

Acuérdese presidente que aquí hay paisas jodidos, llaneros alebrestados, costeños bravucones, tolimenses arrechos. Presidente, póngale atención a la protesta de sus gobernados, porque en vez de que su gobierno sea el del amor, como usted en su discurso de posesión lo dijo a los cuatro vientos, será inevitablemente el del terror y la muerte.

Señor Petro, usted que se ha pasado toda su vida esperando ser el presidente de los colombianos, no se equivoque, no tome el camino incorrecto, rodéese de buenos colombianos, que los hay, para que sus hijos puedan crecer en un país en paz y que su señora esposa, la primera dama pueda visitar otros lugares del mundo, así, parte del dinero para sus viajes salga de mi bolsillo.

*Arquitecto.

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