Habló Neruda: “Bolívar despierta cada 100 años cuando el pueblo despierta”. Alineados los astros, con sol y música festiva, el pueblo en la plaza esperó su espada acompañando a Gustavo Petro a jurar como presidente. No llegó con él, sin embargo, pletórico y tenso, ante miles de corazones en las plazas y millones en las casas y el mundo, juró ante Roy Barreras, presidente del Congreso, cumplir con la Constitución y la Ley. Roto el protocolo María José Pizarro le colocó la banda presidencial y nos conmovieron con un filial abrazo cargado de amor y anterioridad como la espada. Hubo lágrimas y emociones que revivieron al comandante del M-19 Carlos Pizarro y vibraciones que crecieron al jurar Francia Márquez, y sentir su mensaje afroancestral: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Dignidad ejemplarizada al ordenar como presidente a la Casa Militar desconocer el acto pusilánime y llevar a la plaza la espada de Bolívar. “Una orden del mandato popular y de este mandatario ante el pueblo, ante el Congreso y ante el Estado”.
Mientras Duque encojaba su derrota y avanzaba el cumplimiento de la orden, en la tensa calma vivida, la pianista Teresita Gómez, con 79 años sin ensayo ni partitura, musicalizó los silencios y la llegada de la urna custodiada por soldados vestidos a la usanza, ubicada al lado del presidente. Sin serlo en 1978 fue acusada de ser del M-19.
Bolívar tuvo un despertar anterior el 17 de enero de 1974 al sacar el M la espada del museo asumiéndola como símbolo y a Simón Bolívar como guía de la naciente organización, nacionalizando así la confrontación con el sistema político y la diferenciación ideológica con la izquierda tradicional y armada.
“No envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi pueblo no esté totalmente asegurada”, fue el mensaje del M-19 que alegró a muchos y obsesionó a la seguridad del Estado, frustrada en su búsqueda de un Bolívar creciente. 17 años después, en enero de 1991, el proceso de paz condujo a su devolución, previa a la realización de la Asamblea Constituyente. Su destino: preso en la bóveda del Banco de la República.
Con Bolívar en su plaza y con el pueblo bien despierto, el presidente habló a la nación, la región y el mundo:
“Llegar aquí junto a esta espada, para mí, es toda una vida, una existencia. Quiero que nunca más esté enterrada, quiero que nunca más esté retenida, que solo se envaine, como dijo su propietario, el Libertador, cuando haya justicia en este país”.
“El propósito es que la espada de Bolívar sea del pueblo, es la razón por la que la queríamos aquí en este momento (...) quizá para los próximos presidentes y presidentas, cuando se posesionen, se vuelva un hecho permanente, protocolario, simbólico, que los acompañe siempre, que las acompañe la espada libertaria de Bolívar”.
Y su convicción de que “el poder reside en la fuerza irresistible del amor”.
*Abogado ambientalista y comunicador.