El exdirector del Banco de Inglaterra, Lord Mervyn King, en su libro ‘El fin de la alquimia, la incertidumbre radical’, se refiere a aquella incertidumbre tan profunda y compleja que resulta imposible describir o predecir un futuro, en función de una gama de resultados anteriores y reconocibles a los cuales podemos aplicarle probabilidades. En su libro King (p 304) dice: “En un mundo de incertidumbre radical, no hay manera de detectar las probabilidades de sucesos futuros ni existe un conjunto de ecuaciones que describa los esfuerzos de las personas por hacer frente a tal incertidumbre, y no optimizar contra ella. En el mundo de estos últimos tiempos, la relación económica entre el dinero, los ingresos, los ahorros y los tipos de interés es impredecible, aunque son el resultado de los intentos de personas racionales por hacer frente a un mundo con incertidumbre”.
Por supuesto, este término no es nuevo, por ejemplo, los economistas lo llaman ‘Incertidumbre Knightiana’ cuando el profesor de la Universidad de Chicago, Frank H. Knight, en su libro ‘Riesgo, incertidumbre y beneficio’ hizo una distinción entre el riesgo que puede ser cuantificable con probabilidades y la incertidumbre que es inmensurable y que representa aquellas incógnitas no predecibles.
El caso de la pandemia es un ejemplo típico de esta incertidumbre radical, no existía ningún pronóstico ni siquiera cercano del comportamiento económico y afectación en la salud, que le hubiese permitido al mundo prepararse para los efectos devastadores que viene produciendo el COVID-19., esto indica que el mundo entró en un momento de incertidumbre radical en la que, desgraciadamente, todavía nos encontramos. Ya se pensaba que la pandemia había sido controlada, sin embargo, un segundo rebrote muestra que tan alejados estábamos de esa predicción, lo que viene obligando nuevamente a tomar medidas restrictivas y un retroceso de la economía que apenas estaba comenzando a reactivarse.
Por tanto, el problema no estriba sólo en que haya aparecido un evento inesperado o ‘agujero negro’, sino que nos está condenando a pasar un tiempo en el purgatorio de la incertidumbre radical. Este agujero negro es más peligroso para el mundo porque la situación de inseguridad, temor, perplejidad y ansiedad de la ciudadanía será más prolongada. Además, cuanto más se extienda en el tiempo, más posibilidades habrá de que aparezcan nuevos efectos adversos, como frenazos prolongados en la reactivación económica o problemas financieros más severos con consecuencias desastrosas para el mundo.
La principal dificultad, por tanto, estriba en saber cuándo terminará la fase de incertidumbre radical; es decir, cuándo podremos salir de ella y en mi apreciación eso solo se logrará cuando se tenga la vacuna.