Este solo mes, 3 motos han tropezado mi carro. Quiero decir que no tengo nada en contra del mototaxismo; sé que es un medio de sustento y muchísimas veces son necesarios para el transporte de personas que no encuentran otro transporte idóneo y que sabemos que los servicios a domicilios han agilizado muchas cosas. Lastimosamente muchos de estos conductores y motos, no tienen los documentos ni el Soat al día, o simplemente no los tienen. Este punto, de los muchos problemas de la ciudad, lo tomo como ejemplo para ver cómo entre todos comenzamos a construir convivencia. Nos cuenta Pablo D´ors en su libro Bibliografía de la luz: “Vivimos en guerra contra nosotros mismos”. En nuestros tiempos, al parecer el exorcismo es una práctica anticuada y mítica por decir lo menos. Pero si miramos lo que está pasando en Colombia y en Cartagena, ¿no será que muchos estamos endemoniados? El lenguaje del conflicto y del odio, la rabia y la confrontación nos está enfrentando unos a otros. En la población de Gerasa, cuentan los evangelistas, que un hombre endemoniado por los espíritus inmundos, sentía que Jesús lo perseguía, este personaje los llamaba legión porque eran muchos. Jesús, cuentan que pasó esos espíritus malignos a una piara de cerdos porque eran demasiados los tormentos de este hombre y este recuperó el sosiego, la paz y tranquilidad.
¿Qué necesitamos para buscar en Colombia la concordia? ¿En Cartagena la convivencia? Lo primero es desintoxicarnos, quitarnos el veneno de la envidia, mal del que Cochise sostuvo que era la causa de muerte de los colombianos. No todo pasado es malo ni todo por venir es catastrófico. Buscar con generosidad sinergia para que todos los proyectos de país y ciudad, comiencen a funcionar sin egoísmo; siempre tendremos ideas diferentes sobre cada tema pero hay situaciones que son factores de unión. Cartagena necesita vías, mejorar las que hay, proyectos inclusivos y obras que nos pongan a respirar nuevamente de la congestión existente. Estamos apiñados. El ejercicio de la autoridad con justicia. No es posible destruir empresas, cuando la informalidad es casi del 79%. Con hambre no se puede vivir y mucho menos conseguir la seguridad necesaria. Combatir el crimen organizado. Visionar los 500 años de Cartagena para celebrar con orgullo. En Colombia, por ejemplo, la plenaria de la Cámara tiene una enorme responsabilidad de evitar destruir el patrimonio de nuestro sistema de salud. No quiero imaginarme una ciudad como Cartagena que poco a poco ha podido ir extendiendo sus servicios de atención, de un momento a otro queden sin servicios de salud más del 65% de personas sin afiliación dada la informalidad enorme y el Estado, por supuesto, con un déficit enorme no va a poder atender la enorme población de pacientes.
En Gerasa, lo que al final se consigue al decir de Pablo D´ors es el sentido común y la victoria en la armonía. ¿Cabe esperar que vuelva el buen juicio a la atribulada historia de la humanidad en Colombia y Cartagena?