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Fortalecer el parlamento

La democracia, como forma de gobierno, tiene en el parlamento la institución representativa por excelencia. Es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, bajo el reinado de las reglas de juego – las normas jurídicas- del Estado de Derecho- tiene en el parlamento al instrumento que facilita el gobierno representativo. Sin parlamento no puede existir el gobierno de la democracia moderna, es inconcebible una democracia sin parlamento.

La importancia del parlamento y de los parlamentos en el estado y la democracia contemporánea radica en la realidad insuperable que es una forma representativa de gobierno. Nuestra democracia no puede ser directa como en la antigüedad, lo enseña la tradición democrática, y se gobierna mediante representantes elegidos en elecciones en las que reine la igualdad material entre partidos y candidatos en un ambiente de pluralismo, no exclusión, tolerancia y paz.

El parlamento, poder del gobierno representativo, es el escenario en el que se debe expresar la voluntad democrática de la república y de su interés. En una república democrática y plural, el parlamento debe reflejar su pluralidad y no ser el escenario en el que se imponga la tiranía de la mayoría. La democracia, prohíbe la tiranía de la mayoría, lo enseña Alexis de Tocqueville en “La democracia en América”.

Es un peligro real para la democracia moderna. Tocqueville, lo advirtió desde el nacimiento de la democracia y el estado moderno. Muy peligroso para la salud de la democrática que una mayoría transitoria en un parlamento se transforme en dictadura e imponga su voluntad y haga prevalecer sus intereses en contra de las personas y grupos que deben representar.

El primer deber de un parlamentario es reconocer que el parlamento es un poder representativo y que no son un poder originario, y menos, un poder constituyente. El poder originario y constituyente es la ciudadanía de una república, en todas las constituciones democráticas se reconoce que la soberanía descansa en la ciudadanía de la república y que de la constitución política que se establece se instituyen, organizan y se limitan sus competencias.

En el olvido de los parlamentarios y de los partidos políticos de lo que es el parlamento y de sus límites, están en gran medida las presuntas razones de la actividad que en contra del parlamento y de los intereses de la ciudadanía adelantan los propios parlamentarios y sus partidos. Este olvido ha traído consecuencias peligrosas para la estabilidad del régimen democrático, por su pérdida de legitimidad y de los partidos políticos. Recordar o aprender lo que es el parlamento es una tarea.

El parlamento o los parlamentos no deben ser Cuevas de Rolando, menos sitios de poder de bandas criminales, como ha llegado a ocurrir en nuestro parlamento. Debe ser, el contrario, templo sagrado de la razón política democrática y de la paz. Por lo que el parlamento, no debe ser el órgano de control político de la república sino el escenario en donde se realiza el control, como enseña el amigo Pepe Tudela en su libro, “Parlamento necesario: Parlamento y democracia en el siglo XXI”.

Insisto, el parlamento es un poder constituido, un templo sagrado de la democracia, no un escenario de la tiranía de la mayoría. Es de mal gusto, tramitar una reforma constitucional a la justicia para instituir un régimen de impunidad y para debilitar la majestad que debe encarnar la justicia. El parlamento es el sitio en la que se debe expresar la voz plural de la ciudadanía de la república, no es la ciudadanía de la república. Fortalecer el parlamento o los parlamentos es la tarea. Volveré sobre este tema crucial.

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