Durante dos milenios hemos enfrentado pandemias de formas diferentes, la mayoría tardías, poco eficaces y luego de millones de vidas perdidas.
Había tres formas de enfrentar la COVI. La primera, no hacer nada, era inconcebible. La segunda, la mitigación, pretende evitar la saturación de los sistemas de salud y garantizar que la infección permanezca en niveles manejables por los hospitales. Las medidas drásticas se fortalecen o se disminuyen según la prevalencia de la infección. Esto ha hecho occidente con dudoso rigor y cuestionables resultados. Asia y Oceanía escogieron otra, aplicada con la viruela y sarampión, la eliminación. En ella las medidas de control son similares pero los marcos de tiempo son distintos. La diferencia está en decidir por qué, cuándo y cómo comienza y termina un confinamiento. Mientras la mitigación se centra en el hospital, el objetivo de la eliminación, llamada estrategia CERO COVI, es el retorno a la vida normal. Así, mientras nosotros hicimos lo que hicimos, Nueva Zelanda, y otros, impusieron un riguroso bloqueo, eliminaron el virus y luego tomaron drásticas medidas ante pocos casos.
En la pandemia de influenza, hace un siglo, según el MIT, Nueva York y San Louis tomaron medidas draconianas, precoces y prolongadas con las resultas de una menor mortalidad y recuperación económica temprana y sostenible. En este primer trimestre del 2021 la economía, movilidad y empleo son varias veces mejores en países CERO COVI. Canadá es un buen ejemplo, cuatro provincias, CERO COVI, tienen mejores resultados que el resto del país que empleó la mitigación. A marzo de 2021, el número de muertes por millón de habitantes estuvo entre 23 y 90 en Asia y Oceanía, mientras que en Europa y América estuvo entre 1172 y 1334. ¡Vergonzoso!, ¡apocalíptico! Otro aspecto delicado es la incertidumbre. Mientras que en occidente estamos como estamos, sin avizorar la luz al final del túnel, los países CERO COVI tienen claro el presente y pueden planear y proyectar el futuro.
Salubristas y economistas coinciden en que el fin de la primera ola fue una “oportunidad perdida” en occidente. La rápida apertura generó las siguientes olas y por ello esperan que sus gobernantes consideren si aún tenemos tiempo para cambiar.
CERO COVI demostró que Salud y Economía no eran objetivos en conflicto y que no era necesario elegir entre proteger la una o la otra. La brecha, en salud y economía, entre los países CERO COVI y los otros es, y será, cada vez más grande en beneficio de los primeros. La evidencia ha demostrado que los intereses económicos y de salud pública están más que alineados: economías más fuertes, menos muertes y decisiones inteligentes, o, ¿será al revés?
*Profesor Universidad de Cartagena.