“Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro”. F. Kafka.
Al pan, pan y al vino, vino; refrán que se le atribuye a Ulrico Zwinglio, creador de la iglesia reformada Suiza. En aquel primer decenio de 1.500 abrió el debate sobre cómo, para comulgar con la fe, bastaba con actuar bajo principios cristianos y no por el fenómeno metafísico de la transubstanciación que sellaba el pacto con Dios comiendo y bebiendo de su cuerpo y su sangre a través de la hostia y el sagrado elixir del cáliz.
El aforismo hoy suele emplearse como preámbulo a un esfuerzo por desenmascarar eufemismos y sesgos que empleamos en nuestra cotidianidad. Pues, la reivindicación de la franqueza viene bien de vez en cuando.
Es cierto que nos topamos con palabras que contienen ciertas paradojas semánticas. Por ejemplo, a pesar de que no existe en el reino animal especie alguna que se equipare al humano en cuanto a la crueldad, el egoísmo, la barbarie, el frenesí y la destrucción del entorno, se le denomina “inhumano” a estos instintos exclusivos del sapiens.
En contraposición, las muestras de sencillez, bondad, solidaridad y ternura emergen espontáneas de animales que denominamos salvajes, pues incluso siendo depredadores, no suelen matar, o agredir por diversión, perversión o soberbia. Su peligrosidad la determina el riesgo que significa transgredir los límites de su espacio individual y ser o interponerse con su alimento.
Al menospreciar en los animales la falta de conciencia, que es justamente donde habita la maldad humana y, de injustamente reconocerlos como inferiores, merecedores de solo ciertos derechos disminuidos y limitados, les sería prudente poco fiarse de los humanos, razón por la que la mayoría de ellos atinadamente desconfía.
Es justo por lo que llaman la atención los perros, quienes por alguna razón no solo empatizan con nosotros, los mayores devastadores de la tierra, sino que nos brindan afecto ilimitado. El intercambio de ladridos por restos de comida consolidó una de las alianzas más importantes de la historia, la que llevó naturalmente a incorporar en el seno del hogar a estos maravillosos seres capaces de amarnos con locura de forma desinteresada e incondicional a pesar de nuestra arrogante actitud como especie.
Entonces, si queremos llamar a las cosas por su nombre, indiscutiblemente el perro hace parte de la familia humana sin conceptos jurídicos ampliados, no podemos pregonar que los amamos y al tiempo que su protección debe proveerse desde la precariedad. Ellos se han ganado ser miembros de la unidad familiar, por eso no debemos extrañarnos de quien destine los insumos de protección de su núcleo, al cuidado y guarda de sus caninos, por muy humano que el individuo sea.
Pd: El 30 de septiembre partió del mundo de formas Jorge Jaller Gómez. Dios le conceda el descanso eterno; fuerza y resignación para sus familiares y amigos.
*Abogado.