Durante esta última década, el número y diversidad de formas de emprendimiento ha crecido vertiginosamente. La lupa se ha puesto sobre las iniciativas tecnológicas, que han favorecido los avances a nivel empresarial en I+D+i; sin embargo, no menos importantes son los emprendimientos sociales, que impactan positivamente las condiciones de la población y del medio ambiente, y aumentan el bienestar social.
En noviembre de 2021, el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) reportó que en 2020 la tasa de actividad emprendedora (TEA, por sus siglas en inglés) fue del 31,1%, frente al 22,3% de 2019. Asimismo, la tasa de empresarios establecidos, medido por el Entrepreneurship Business Ownership (EBO), fue de 5,5%, cifra mayor que la observada en 2019 y que interrumpe la tendencia decreciente observada desde 2016.
Detrás de estas cifras se esconde un gran potencial para el aprovechamiento de las oportunidades, para innovar y emprender, lo que implica comprender las nuevas características de los mercados y sus actores.
Hoy día los consumidores se adaptan con más facilidad a nuevos modelos de negocio que transforman rápidamente las formas tradicionales y regulares de comportarse y hacer las cosas. Son cada vez más conscientes de sus decisiones de compra y consideran no solamente aspectos relacionados con el precio o su presupuesto disponible, sino también con la forma en que los productos o servicios pueden afectar positiva o negativamente su manera de relacionarse con el entorno, sus relaciones interpersonales, al medio ambiente, al aprovechamiento del tiempo y hasta al ejercicio regular de sus actividades cotidianas.
El contexto actual vislumbra una mayor responsabilidad e interés por el bien común. Esta visión se comparte entre el gobierno, el sector privado y la sociedad en la apuesta por el cambio y la mejora de las condiciones socioeconómicas.
A simple vista se observa que hoy día existe una serie de retos complejos a los cuales deben hacer frente los emprendedores. Estos retos, lejos de desmotivar y desestimular la actividad empresarial, contribuyen al fortalecimiento de sus actitudes. La evidencia reposa sobre las nuevas generaciones de emprendedores que se atreven y con decisión apuestan al éxito con iniciativas cada vez más centradas en el conocimiento como fuerza productiva.
El camino por recorrer es largo, pero los esfuerzos son reales y contundentes. Con una visión estatal y empresarial clara, la consolidación del concepto de valor compartido facilitará el bienestar social con sostenibilidad.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.
*Profesora de la Escuela de Negocios, UTB.