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El resentimiento en política

De un modo muy parecido a como pasa con la estupidez, el resentimiento es una emoción que rara vez se incorpora a los estudios sobre los acontecimientos políticos. Por el contrario, se acostumbra a explicar transformaciones democráticas, cambios de gobierno, revoluciones, o, incluso, el advenimiento de dictaduras, por todo tipo de motivos económicos, sociales, culturales, religiosos, incluso medio-ambientales, pero no por razones que tienden a considerarse menores, sino intrascendentes, como la estupidez de los implicados, o sus sentimientos, entre ellos el resentimiento.

¡Craso error! Carecería de buen sentido tratar de entender el triunfo del nazismo en la Alemania de los años 30, ignorando la herida abierta que dejó en los alemanes la humillación del Tratado de Versalles; o, más recientemente, la buena acogida que tiene en gran parte de su población el tirano Putin, despreciando lo duro que fue para los rusos dejar de ser potencia mundial en los 90; o el Brexit, obviando la caída de los ingleses de la gloria del imperio a la mediocridad del presente en un par de generaciones.

El resentimiento, esto es, el sentimiento de enfado hacia otra persona por considerarla culpable de mis desgracias, es una fuerza poderosa que lleva a votar a líderes que se aprovechan o que, incluso, azuzan ese resentimiento. No nos sería difícil encontrar elecciones concretas en que fomentar esa rabia era uno de los ejes de la campaña electoral de algún candidato y votar desde la rabia la conducta de millones de ciudadanos. Pensemos en los populismos que asolan Europa y que tratan de echarle la culpa de todo lo malo a los inmigrantes y extranjeros o, en el otro extremo del arco político, al capitalismo y la globalización. De nada sirve presentarse en un debate televisado con cifras probadas que demuestran nuestro argumento, si el rival que tenemos enfrente nos responde diciendo que la gente no siente eso, sino que siente que los inmigrantes nos roban el trabajo, o que el capitalismo nos explota, o cualquier otra afirmación que verbalice y concrete el resentimiento difuso de muchos de los que escuchan. Bien lo sufrió Hillary Clinton a manos de Trump.

La pregunta es sencilla: ¿se mueve hoy la política de nuestro país por la razón o por el resentimiento? ¿Cuando escuchan al presidente y a otros líderes políticos, oyen palabras razonables o apelaciones a los resentidos del mundo? Bueno sería reflexionar sobre ello.

*Universidad Autónoma de Barcelona.

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