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El país en el que nunca se supo

Dos casos. Solo dos casos entre miles. El primero, Karina Cabarcas, 19 años. Desapareció el 20 de junio del año pasado. Salió de casa en compañía del joven Richard Mercado, a quien hallaron muerto días después.
El segundo, Manuel Mieles. Un joven abogado de la Universidad de Cartagena que no pudo recibir su diploma. Fue asesinado en la oficina 301 del Banco del Estado, en el centro de la ciudad de Cartagena.
A Karina parece que se la tragó la tierra.  Su búsqueda ha sido infructuosa, y al parecer, según reportan los medios, todas las pistas despistan. A Manuel se lo tragó la bala que un sicario disparó contra él, un hombre de arma con silenciador, con la experticia suficiente para acceder al tercer piso de un edificio que reviste seguridad.
La mano perversa que se llevó a Karina tiene algo en común con la mano que mató a Manuel, ambas habitan en el universo infinito de la impunidad. Las investigaciones se narran como especulaciones, nada parece avanzar, y dentro de un tiempo no será noticia.
Cuando alguien se acuerde, dirá: “Pobrecita Karina, pobre Manuel”, pero luego los volverán a olvidar. Las personas más cercanas seguirán preguntando por ellos, pero tampoco tendrán respuestas.
En aquellos días que mataron al profesor Rolando Pérez con un martillo de construcción, creíamos con ilusión que la Fiscalía iba a emitir orden de captura contra el desgraciado que lo asesinó, pero 5 años más tarde no ha pasado nada. Veo al sospechoso abrazando a estudiantes de la Universidad de Cartagena, a la que ni siquiera pertenece, y sin embargo, él mismo me aseguró que el crimen quedaría impune.
Cada investigación negligente, significa un asesino libre. En el caso de Rolando ha significado que un joven, capaz de destruirle el cráneo a alguien, siga sin ser juzgado por la ley. En el caso de Manuel Mieles, significa que un sicario peligroso y una estructura con el suficiente poder para pagarlo, se salgan con la suya.
En el caso de Karina significa una madre más, una más de las tantas que lloran a unas hijas que no aparecen. Significa una de las tantas jovencitas cuya fotografía sale en las páginas de los periódicos. Niñas desaparecidas, no necesariamente muertas.  Algunas víctimas de redes de trata. No necesariamente el caso de Karina.
Para qué aumentar las penas carcelarias, si el problema es que los crímenes quedan impunes. Las investigaciones suelen ser torpes y negligentes. Alguna vez, cuando le pedía resultados a un investigador de un organismo del Estado, su respuesta evocó una caricatura: “Es que no sé nada, porque jugando fútbol me lastimé el pie”. Días más tarde, ante mi preocupación por los avances de la investigación, me dijo: “Es que mire, primero estuve incapacitado y luego salí de vacaciones, apenas vengo entrando, déjeme y me pongo al día”.
Homicidios, desaparecidos, cuerpos incinerados, mujeres torturadas, violadas, crímenes que se tropiezan con uno de los más grandes obstáculos: la impunidad del país en el que nunca se supo.

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