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Dignidad: un sueño recobrado

Mi hermana, la socióloga Mónica Restrepo Hernández (q. e. p. d.) murió en un accidente de carretera en enero del año 2000. Un inicio de milenio devastador, cuyas secuelas seguimos viviendo quiénes la conocimos y amamos, hasta el día de hoy.

En el momento de su muerte Mónica era la responsable nacional del tema de la población en situación de desplazamiento en la desaparecida Red de Solidaridad Social, que en ese entonces orientaba Fernando Medellín. Corrían los años más dramáticos del conflicto armado colombiano.

Antes de cargar sobre sus hombros ese descomunal chicharrón, había trabajado en 1999 en el Eje Cafetero, al frente del programa de albergues temporales para los damnificados del terremoto.

Pero quizás la actividad a la que más energía, mística y amor dedicó, fue su trabajo como Secretaria Técnica del Artículo 55 Transitorio de la Constitución, que daría paso a la Ley 70 de 1993. Esta histórica legislación otorgó titulación colectiva de los territorios ancestrales a las comunidades negras de nuestro país. Su papel de articuladora entre el Gobierno y las expectativas de estas poblaciones olvidadas que ella tanto amó y respetó, fue decisivo para llevar a buen puerto la ley, después de superar muchos retos, escollos, intereses, amenazas... Alfredo Molano, su gran mentor y amigo, lo dijo en un bello texto sobre mi hermana:

“En la historia de la Ley, ella jugó un papel particular. Conocía a las comunidades, había vivido con ellas y llevó a la mesa de discusión el espíritu de identidad de los negros, su memoria y su honor”.

No alcanzo a imaginar la emoción que estaría (está) sintiendo Mónica, al ver a Francia Márquez ocupando el segundo cargo de importancia del país en representación de todas esas comunidades olvidadas y desde siempre ninguneadas. La esperanza ha regresado a nuestro territorio: dignidad, oportunidades y reconocimiento de plenos derechos. El presidente electo Petro y su flamante vicepresidenta, surgida de la entraña del sufrimiento más profundo de nuestra Nación, tienen la oportunidad histórica de recuperar para Colombia esa dignidad pisoteada y dilapidada de nuestra gente, de todas las condiciones, etnias y procedencias.

La invitación es para que abracemos y rodeemos esta propuesta humanista y humanizadora que hoy se nos presenta, para que desvirtuemos la sentencia inapelable de Bolívar/Gabo en ‘El General en su Laberinto’: “...cada colombiano es un país enemigo...”.

Mónica, hermana del alma, quizás tus hijos y yo podamos presenciar en vida tu sueño de un país reconciliado, diverso y orgulloso de sí mismo.

Sí: “Soy porque somos”, nos ha dicho Francia.

El cuerpo individual debe ceder su egoísmo por el bienestar de todos los órganos del cuerpo colectivo. No desaprovechemos esta oportunidad única, después de décadas de odio, indolencia y desconfianza.

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