Después del derecho a la vida, la libertad se considera para muchos, el más excelso bien que pueda poseer hombre alguno, que incluso le conecta con su racionalidad a través de su albedrío, lo cual le permite decidir para qué lado de la balanza del destino dirige su vida. ¿Pero me pregunto hasta qué punto los humanos podemos ser libres de escoger nuestras circunstancias en especial, el vivir o morir? Para los materialistas que todo lo miden con el tamiz de los sentidos, en definitiva, el apagar el suiche de la vida, es el acto más grande de libertad; sobre todo cuando esta ha estado cargada de infortunio, injusticia, enfermedad o dolor.
El suicidio es una de las principales causas de muerte en Colombia, especialmente de jóvenes. El Dane señaló que en 2020 hubo un preocupante aumento cercano al 8% de muertes entre jóvenes y estas fueron producto de suicidios. Más de la mitad de los casos que se presentaron desde el 2020 y en lo que va corrido del 2023, se presentaron en menores de 30 años. Uno de cada 13 fallecimientos en menores de edad está asociado a la autoeliminación.
Pero más allá de las estadísticas que muestran el fenómeno a un ritmo galopante, que ha sobrepasado la esfera familiar, escolar o universitaria, observamos que quizá todo este movimiento de oda al facilismo, impregnado de negatividad y ausencia de valores humanos esenciales, han servido de caldo de cultivo a una sociedad enferma, más que decadente: pesimista y con una ausencia de un norte claro. No estoy afirmando de manera categórica que el suicidio, solo pueda ser motivado por la ausencia de cimientos y bases axiológicas plasmadas desde la niñez, ya que este puede ser también el resultado de enfermedades de tipo mental o de shock postraumático, entre otras condiciones; pero me sorprende que nuestros niños y jóvenes se tomen tan a la ligera el sentido de sus vidas, cuando se someten por ejemplo, a juegos o retos que se hacen virales en las redes sociales; donde ingestan venenos o se llegan a cortar sus venas, solo por llamar la atención, captar seguidores y llegar a ser una celebridad.
Definitivamente hay que hacer un llamado de atención, que estremezca en gran medida a las familias actuales, a la sociedad y a las autoridades pertinentes ya que este fenómeno lamentable se ha convertido en un tema de salud pública. Las conductas suicidas constituyen una grave consecuencia en la salud mental y estas se relacionan con el debilitamiento de las redes de apoyo sociales y económicas, además de la violencia escolar, disfuncionalidad familiar, baja autoestima, depresión y adicciones. No somos dueños de la vida, pero tenemos la obligación de atesorarla como nuestro más preciado bien.
*Abogada, docente, investigadora.