Enero de 2019: el presidente Duque anuncia que Colombia reconoce a Juan Guaidó, como presidente interino de Venezuela.
Diciembre de 2020: el Gobierno desconoce las elecciones legislativas de Venezuela y, por tanto, la legitimidad de la Asamblea Legislativa.
19 de octubre, 2021: a pesar de tan clara posición y de la competencia exclusiva del presidente en política exterior, los senadores Yezid García, de la Alianza Verde, pero con el corazón en la Colombia Humana, y Jorge Eliécer Guevara, de la misma Alianza, pero exsenador del Polo y expresidente de Fecode, presentan una proposición para crear una comisión con la Asamblea de Venezuela, para normalizar las relaciones.
La proposición, dizque aprobada por unanimidad, mucho me temo que lo fue “a pupitrazo”, bajo ese procedimiento abreviado de “leída la preposición, está en discusión, se va a cerrar la discusión, se cierra la discusión, aprobada la proposición”, y listo; esa es la unanimidad que aprobó el mico de la comisión bilateral y espuria.
Ese mismo día, con gran diligencia, el presidente del Senado de Colombia oficia a su homólogo venezolano para comunicarle la buena nueva, y al día siguiente el venezolano responde con entusiasmo, frente a semejante “papayazo” de legitimación, pues Venezuela ya no está al borde del colapso, sino en el fondo del abismo, y Maduro ya no tiene miedo, sino terror.
Ante esa vergüenza número uno, me pregunto: ¿qué favor estaban haciendo y a quién se lo estaban haciendo?
Vergüenza número dos. El “Pollo” Carvajal no es cualquier vecino, sino un exgeneral, exdiputado y exdirector de Contrainteligencia Militar, que denunció ante la Audiencia Nacional Española, la financiación del régimen de Maduro a políticos del Socialismo Bolivariano en la región, entre ellos a Petro.
Tendrá que probarlo, pero si el exmilitar quería detener su extradición, decir mentiras no era una buena estrategia y, además, es la confirmación de algo que ya se sabía. No obstante, Petro, experto en victimizarse, le pidió a la Corte Suprema que lo investigue, y no tardará en ir a la sesgada CIDH, que lo salvó cuando la corrupción con las basuras de Bogotá.
La tercera vergüenza es la de Saab, otro colombiano enredado con el narcorrégimen. Ya extraditado, su posición en ese entramado de corrupción pone a temblar a Maduro y a sus socios, Petro entre ellos. No en vano, en su desesperación, Maduro lo nombró embajador y luego negociador, pero de nada le sirvió.
Políticos progresistas recibiendo ayudas venezolanas; empresarios colombianos enredados en esa gran corrupción, y congresistas haciendo “un oso” gigantesco, o un favor conveniente ¡Qué vergüenza!
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.