En el último año de colegio, un profesor nos hizo leer un cuento. Era una narración de un feto contando sus progresos semana a semana. Hasta que en la semana 31, el cuento terminaba con una sentencia contundente: “Hoy mi mamá me abortó”.
No deja de causarme vergüenza ajena el ver que tantas personas alrededor del mundo celebran cuando otras, que ni siquiera conocen, vestidas de negro apocalíptico, aprueban el aborto, o al revés, protestan cuando lo limitan.
El aborto hasta las 24 semanas es extremar lo que antes fue una medida de excepción y llevarlo a un crimen autorizado bajo las dos justificaciones que desvían la atención y confunden a las mentes desprevenidas: uno, la mujer dueña de su propio cuerpo, y dos, usado más en Colombia, la siempre excusa de la pobreza.
Hundir un buque de contenedores intencionalmente, solo porque soy el dueño, es una decisión egoísta con los miles de propietarios de contenedores que han confiado en mi medio de transporte para llegar a un sitio donde su carga será transformada de alguna forma. Si de aviones se trata, hemos sido testigo varias veces de pilotos que han optado por quitarse la vida, y con ellos, la de cientos de inocentes y confiados pasajeros. Escuchar a los pasajeros del Germanwings el 15 de marzo del 2015 mientras descubrían su fatal destino, no debe ser algo agradable. Asimismo, el prisionero que ha sido encarcelado por un atroz crimen, ya arrepentido y rehabilitado, a un tercio de cumplir su condena, una de esas personas vestidas de negro apocalíptico interviene y decide cambiar de opinión y le dicta la pena de muerte sin posibilidad de apelar. Todas estas son decisiones comparables con la expedida por los dioses terrenales. A ese nivel de desarrollo, el feto solo sabe confiar y sentir.
Las mujeres tienen derecho a decidir sobre su propio cuerpo, ni más faltaba, derecho innato y consecuente con las democracias occidentales. También tienen derecho a decidir con quién tener relaciones sexuales, y si no tienen intenciones de ser madres, tomar medidas anticonceptivas, hoy abundantes en estilos y precios. Violación, riesgo o malformación son lógicas excepciones.
Pero lo que no han visto las mujeres en el tema del aborto es que no se trata de su propio cuerpo. El cuerpo que extirpan no es de ellas. No es su brazo, ni su pierna, ni su seno, ni su estómago. Es un ser que usa un nido para transformarse según la genética de sus futuros padres le han ordenado. Estamos de acuerdo, es el nido de cada mujer. Pero la única razón de estar allí, es para alojar por un corto plazo un futuro ser viviente y sintiente, como los peces de la pesca deportiva.
Nadie le ha preguntado al bebé, el doliente principal, por su opinión. Seguramente él suplicaría que lo den en adopción.