<img src="https://sb.scorecardresearch.com/p?c1=2&amp;c2=31822668&amp;cv=2.0&amp;cj=1">

De Moro a moraleja

Vivió en una sociedad desigual, elitista hasta el extremo, en la cual unos pocos dominaban a la inmensa mayoría haciendo con ellos lo que se les antojaba. La injusticia y corrupción estaban a la orden del día. Época de barbarie, desigualdades, sin respeto por la vida y los derechos, en la cual Tomás Moro escribió su sociedad inventada, una propuesta a futuro, innovadora, de cosas imposibles que, algunas con los años se volvieron realidad y otras tan revolucionarias que, aún hoy, 500 años después resultan utópicas: ciudades autosuficientes, sin muros, ni barreras o murallas; un sistema en el cual los jefes eran sabios ancianos y los príncipes eran elegidos por voto secreto; libertad religiosa y respeto por la diversidad; el trabajo rural y urbano eran equilibrados con jornadas laborales de seis horas y todos los trabajos eran asignados de acuerdo a las aptitudes del individuo y las necesidades de la sociedad.

Lo anterior ocurría en una isla artificialmente creada llamada Utopía, una comunidad idealista, pacífica. Su libro Utopía o “del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía” fue revolucionario en el renacimiento y es la representación de lo inalcanzable, pero que puede convertirse en un faro con miras a cambiar la dura realidad existente.

La historia discute algunos aspectos de su vida. Lo cierto es que Moro fue filósofo, economista, político, teólogo, humanista, escritor, poeta y catedrático en Oxford y Cambridge. Además, santo y mártir tanto para católicos como anglicanos. Su rey, Enrique VIII, tuvo sueños juveniles de grandeza y justicia que se trastocaron en pesadillas para sus súbditos cuando, con los años, se embriagó de poder y lujuria. Mientras al rey el liderazgo y el poder le llegaron de nacimiento, a Moro le tocó labrárselo durante toda una vida, mucha de ella dedicada al servicio de su rey, incluso como amigo y lord canciller. Terminó enjuiciado por el cargo de alta traición por no prestarse a los exabruptos y antojos del rey. Prisionero en la Torre de Londres, finalmente fue decapitado un día como hoy, hace casi 500 años.

Igual ocurre hoy, mientras algunos disfrutan de poder e influencia heredados, y lo usan en beneficio propio y en desmedro de los demás, otros se labran un destino con grandes esfuerzos, adquieren un liderazgo, local o nacional, y se convierten en gestores de cambio enfrentando poderes corruptos e injusticias a sabiendas del riesgo que corren y de la casi certera condena a muerte a que se exponen.

Lo dijo Shakespeare en ‘Noche de Reyes’: “No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza le es impuesta y a otros la grandeza les queda grande”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

Más noticias