En su artículo publicado en La Linterna Azul mi querido amigo Gabriel Rodríguez-Torices Osorio habla de la importancia de las vías terciarias. Nada más acertado.
Si se construyeran las vías terciarias, como debe ser, y se extiende el sistema hasta grandes carreteras troncales, inmediatamente podrían salir los alimentos sin dificultad, no saldría la coca ni la cocaína, ni otras drogas ilícitas, o al menos se les dificultaría; se encontrarían los laboratorios más fácilmente, no podrían esconderse los bandidos como lo hacen ahora, se les dificultaría el secuestro y los bloqueos, el escondite de armas y el de ellos mismos les sería complicado; y se le facilitaría al Ejército y a la Policía el rastreo de terroristas, bandidos y demás alimañas.
Al salir fácilmente los alimentos, florece la agricultura nuevamente y la ganadería fluiría mejor, ganando espacios de comercialización. Construyendo vías terciarias, en fin, hay desarrollo, seguridad y prosperidad. Eso hacen los países civilizados.
En USA, no recuerdo qué presidente fue el de la idea, pero en todo caso con los objetivos claros de la seguridad y estrategia para tiempos de guerra y la prosperidad económica, decidió desarrollar las vías, comenzando por las terciarias y así hasta las grandes carreteras interestatales, de modo que no haya, como no lo hay hoy día, ningún pueblo ni rincón del país, por apartado que sea, que no esté comunicado o no tenga fácil acceso de llegada y comodidad de salida.
Ese sistema de carreteras es la causa y efecto de la grandeza de USA y de ahí se deriva todo su desarrollo, digo yo. Aquí, por el contrario, a los bandidos tanto del monte como urbanos acolitados por muchos del poder en visible contubernio, no les conviene desarrollar las vías, porque se les acabaría su sucio negocio.
Gracias a ese incomparable sistema de carreteras norteamericano, y a su asombrosa ingeniería con soluciones y señalización a prueba de tontos controlada electrónicamente en centros especializados a lo largo y ancho del país (sistema que finalmente adoptó la UE) es que en USA las direcciones van más allá del conocimiento doméstico de las personas o de la familiarización con un vecindario.
Es por ello por lo que desde mucho antes del Waze y el GPS, con tan solo un mapa rudimentario o unas instrucciones anotadas o memorizadas, una persona de Oregón, por dar un ejemplo, ya podía llegar hasta La Florida y manejar con solvencia allí como si no hubiera salido de su barrio... o un tipo de Texas conducir sin angustias en Connecticut o Nebraska y así sucesivamente en cualquier rincón de ese gran país.
Civilización y ganas de progresar, cosas que tantos quieren atajar aquí, ya sabemos quiénes y por qué. Falta la decisión y los pantalones, como lo enseñó el Gran Colombiano.