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¿Curules de paz?

Al menos diez de las dieciséis curules de paz serán ocupadas por personas cuyas candidaturas fueron cuestionadas durante el proceso electoral.

Estos cuestionamientos van desde no ser realmente líderes o lideresas sociales, pasando por pertenecer a estructuras clientelistas o haber recibido el apoyo de políticos tradicionales, hasta por ser familiares de victimarios o haber cometido delitos electorales.

Los orígenes de tan portentosa falla en la implementación de este componente fundamental del acuerdo de paz se pueden analizar en cuatro dimensiones.

En primer lugar, hubo fallas de diseño en el acto legislativo que creó las Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz (CITREP). Quizá la más grave haya sido la de sincronizar su elección con la del Senado y la Cámara de Representantes. Tal coincidencia facilitó la captura de las curules de paz por parte de estructuras políticas tradicionales que, para esas fechas, por supuesto, despliegan todo su poder clientelista y financiero en los mismos territorios donde tienen que competir organizaciones sociales de víctimas sin recursos ni redes electorales.

Otra grave falla de diseño fue no permitir la financiación privada de las campañas. Tal vez la intención haya sido blindar los procesos sociales frente a la inequidad política de los poderes económicos. Pero esto finalmente impidió que las campañas de las organizaciones comunitarias y de víctimas contaran con recursos para moverse y difundir sus propuestas. Efectivamente, las inmovilizaron y silenciaron.

Segundo, las autoridades electorales —la Registraduría, principalmente— fallaron en la implementación de las CITREP. Muy dañina fue la ambigüedad y la incertidumbre que se generó por cuenta de una redacción del régimen de inhabilidades completamente distinta entre el acto legislativo y su reglamentación. Fue un proceso electoral apresurado e improvisado.

En tercer lugar, hubo fallas —tanto de acción colectiva como de mímesis de prácticas clientelistas— en las mismas organizaciones sociales, que serán objeto de profundas y duras reflexiones en su interior. Es positivo, sin embargo, que muchas lideresas y líderes sociales se lanzaran valientemente a desarrollar un ejercicio muy complejo, en medio de grandes dificultades, que producirá un importante aprendizaje colectivo.

Finalmente, hubo fallas en la ciudadanía rural: la verdadera tragedia del clientelismo colombiano no solo está en quienes dicen “vota por mí y te doy algo a cambio”, también está en quienes dicen “si no me das algo a cambio no voto por ti”.

Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.

*Profesor del Programa de Ciencia Política y RR. II., Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB).

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