Desde el principio no ha sido fácil hacer predicciones sobre una nueva enfermedad de la cual desconocíamos todo y que ha retado a la ciencia y a la humanidad. Por ello resulta mucho más difícil predecir su final. Al principio los sabios dijeron que la inmunidad de rebaño sería la solución final. Se vaticinó que cifras de vacunación del 60% serían suficientes. Luego se escalaron a 70 y 80%. Con la discriminadora distribución de vacunas, la absurda negativa de algunos a vacunarse y la aparición de variantes han llevado al fracaso de la inmunidad de rebaño.
Sobre la distribución: se necesitarían más de 15.000 millones de dosis de vacunas para todos. Con la tasa de vacunación actual, a fin de año, se habrán administrado unos seis mil millones de dosis. Lo peor es que más del 80% de dosis se han administrado a países del primer mundo. Solo el 1% de las personas en países de bajos ingresos ha recibido al menos una dosis. Según la revista Nature, los países pobres tendrán que esperar hasta el 2023.
Entre tanto un porcentaje importante de personas se niegan a vacunarse con argumentos que cada vez resultan más absurdos cuando las vacunas han demostrado, luego de miles de millones de dosis suministradas, que son eficaces y seguras. Las vacunas han tenido un beneficio adicional: la mayoría de los casos de polio se dan en Pakistán y Afganistán. Con la pandemia y las masivas campañas de vacunación los casos de polio en esos dos países han disminuido a las cifras más bajas en la historia. Además, si la vacunación hubiera sido masiva y global, los expertos dicen que una sola dosis pudo haber sido suficiente.
Para llegar a la nueva normalidad es vital la vacunación universal. La negativa de algunos a vacunarse solo retarda la nueva normalidad e incrementa el riesgo de aparición y propagación de nuevas variantes. Dado que la inmunidad de rebaño es una utopía, resta esperar que se alcance una realidad epidemiológica en la cual la COVI llegue a una carga de morbimortalidad tan baja que pueda manejarse como una amenaza constante, como la gripa. En algunos países ya es así: la carga de la COVI es similar a la de la gripa, mientras que los riesgos de los no vacunados siguen siendo muy altos.
Dado que la infección tuvo diseminación mundial, a menos que se logre vacunar a todo el mundo es posible que sigan apareciendo variantes y la transmisión continúe. Es posible que algunos países hayan reducido las restricciones demasiado pronto y no sería lo más recomendable. Ahora, mediante un modelo matemático, los expertos afirman que la pandemia terminaría en un año. Sin embargo, lo decía Camus en La Peste: “Las hipótesis, en la ciencia como en la vida, son siempre peligrosas”.
*Profesor Universidad de Cartagena.