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Comisión de la verdad: Juan 8:31-38

Haciendo mi año rural en el departamento del Chocó (1977), fascinado por la magia que produce la selva en un joven médico citadino, lleno de curiosidad y ávido de experiencias fuera del contexto de las aulas y los hospitales, le propuse al Jefe de Salud Médico, Alfonso Figueroa, un programa para cubrir todos los pueblos y veredas que estuvieran en las riberas del Atrato y sus afluentes, no dudó en aprobarlo.

Partía de Quibdó en un bote con dos auxiliares de enfermería, un inspector de sanidad, y un motorista, una comisión que duraba 21 días, con 7 de descanso. Este programa me permitió convivir en los sitios más remotos de la selva con los campesinos. A falta de hoteles debía dormir en sus chozas, alimentarme con lo que ellos comían, es decir, conocer directamente la pobreza extrema, así como sus sistemas de creencias, mitos y su cultura.

La agenda solo me permitió llegar hasta Bellavista y Bojayá, lugar donde el 2 de mayo del 2002, el Bloque 58 de las Farc lanzó cilindros bombas a la iglesia, masacrando a 119 nativos, allí, resguardados de los combates, entre Farc y AUC, que se disputaban el control del Atrato para el tráfico de drogas, un significativo porcentaje de víctimas calcinadas fueron menores de edad.

El territorio chocoano estaba plagado de víboras, en su mayoría Mapanás y Verrugosas, eran muy frecuentes los accidentes ofídicos, las víctimas llevadas al hospital fallecían, las que se quedaban con el brujo se salvaban, era una verdad compartida en la cultura popular, desde médicos y políticos, hasta por el más humilde campesino.

En una incursión por el río Suruco, afluente del Munguidó, que desemboca en el Atrato, al norte de Quibdó, llegamos a Bellaluz, (lejano caserío, de aproximadamente 50 habitantes). Allí residía el famoso brujo. Observador de las muertes en el hospital y de la salvación de la clientela del brujo, le solicité una pasantía y me quedé la semana de descanso trabajando con él; no aprendí nada, solo la treta.

El brujo evaluaba la respuesta sistémica de la intoxicación ofídica, si era leve, se quedaba con el paciente, si era grave le decía que estaba tramado por fuerza superior y lo remitía. El suero antiofídico resulta efectivo en las primeras seis horas, después el daño está hecho, los remitidos llegaban posteriormente y morían.

Cuando revelé la verdad a mis colegas, recordé la alegoría de la caverna de Platón, para algunos yo estaba loco, otros me ofrecían dinero por el secreto. La verdad aparente, son los supuestos socialmente compartidos, influenciados por una ideología.

La relación objeto-sujeto, o sea una inteligencia y lo real, dan como resultado una realidad, por eso debemos dudar y preguntarnos: ¿Es real esta realidad?

*Psiquiatra.

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