Las elecciones hacen milagros: caciques y personajes momificados regresan a las plazas públicas y a los noticieros dispuestos a seguir pegados a la ubre de un país con solo tres gotas de sangre en las venas y dos átomos de dignidad en las entrañas.
El menú está servido y, de paso, nueva marca mundial: ¡cincuenta candidatos presidenciales! Hay para todos los disgustos y sin sabores: religiosos y ateos, machos machotes y bisexuales, estudiantes y profesores, artistas, madres solteras, huérfanos de la guerra y el olvido, industriales, vendedores ambulantes y banqueros, casi todos ellos con pies de barro y alma de billetera, a quienes no les importa incumplir promesas, pues saben que sus electores sufren de ‘amnesia cuaternaria’.
Ahora, frente al desgaste de las maquinarias partidistas, asistimos a nuevos escenarios, pero son más de lo mismo: ‘LAS COALICIONES’, donde la palabra ‘humildad’ desapareció del diccionario y cada uno se considera a sí mismo, el único merecedor del baloto presidencial y no cederá un milímetro, a sabiendas de que solo cuentan con el voto de la esposa y, quizás, el de alguno de sus hijos: ‘Coalición de le esperanza’, ‘Pacto histórico’, ‘Coalición de la experiencia’, que por más que se vistan de seda, politiqueros se quedan.
Se necesita estar sordo y ciego para no percatarse, en un país tan desigual y violento, que necesitamos con urgencia es la ‘COALICIÓN DE LA MISERICORDIA’, conformada por ciudadanos virtuosos, capaces de ayudar al caído en desgracia sin esperar recompensa, adoptando, sin quitarle ni ponerle una coma, las ‘obras de misericordia’ como programa de Gobierno: Dar de comer al hambriento y de beber al sediento aquí, donde el 75% de los colombianos padecen hambre y miseria, incluso, arrebatándoles el pan a los comedores escolares, ¡bellacos!; Dar posada al peregrino que huye de la tiranía, la pólvora y la mordaza; Orar por los vivos y los difuntos, tolerar los defectos y desavenencias, sin acribillarlos; Vestir al desnudo, consolar al triste, perdonar y corregir sin ofensas, visitar a los enfermos, restableciendo la dignidad, la salud y la vida como derechos fundamentales inviolables, sin esguinces ni perendengues; Socorrer a los presos, enterrar a los muertos, extinguiendo secuestros y fosas comunes que hacen jirones el vientre sagrado de la Patria.
Enseñar al que no sabe, pues solo la educación de calidad nos hará libres, luminosos e invencibles como luciérnagas encendidas. ‘Coalición de la Misericordia’, ¿dónde le firmo?