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Cartagena herida

Cuando en Cartagena, a raíz de una entrevista en la Plaza de Bolívar, al aire libre, me tocó tener como contrincante al sabio Adolfo Meisel y me di el gusto de ganarle no una ni dos sino la friolera de ocho partidos de dominó, me tocó el gran placer de escuchar a uno de los que más saben del problema de inseguridad social de la región Caribe en una conferencia sui géneris desde lo alto de su sabiduría como cofundador del Centro de Estudios Económicos Regional del Banco de la República y sus 17 años en la Junta Directiva del Banco de la República. Pero lo que voy a destacar es la reciente intervención del rector de la Universidad del Norte: “Cartagena es un desastre socialmente, Cartagena está empeorando la calidad de la educación, en Cartagena no se cobra impuesto predial, casi, todos los problemas... una ciudad rica, con las inversiones industriales más grandes que se han hecho en la historia del país, con el puerto más importante del país, con el sector turístico más importante del país, con vivienda de más alto precio del país, con hoteles cinco estrellas y esta riqueza no le está llegando a la gente más excluida que vive entre el barro sin agua, sin educación, sin salud”. Cuánta razón tiene el rector cuando El Universal titula: Una familia de El Pozón vive con dos mil pesos al día, cuando una encuesta del Dane revela que más del 72% come una o dos veces al día. Cuando en mi fundación Corazón Contento estamos distribuyendo centenares de almuerzos diarios y nos damos cuenta que es a veces el único plato que llega a la mesa de muchos de los niños. Cuánta razón tiene sobre el empeoramiento de la educación cuando vemos que los estudiantes del San Felipe Neri están marchando para que aceleren los trabajos de acondicionamiento de las infraestructuras en mal estado en las cuales les toca estudiar, cuando se habla de presencialidad y las escuelas a veces no tienen ni agua e inodoros sin puerta, cuántos miles de millones de pesos se han entregado a contratistas malandrines que se han embolsillado los anticipos y nunca comienzan las obras, ¿dónde está la autoridad?, ¿dónde está mi papá, el tractor?, ¿dónde está el terminator que pusimos en la Plaza de la Aduana para que nos defienda contra la corrupción? ¿Cómo pueden dormir la noche estos carroñeros que le roban los fondos al PAE?, el sagrado plan de alimentación escolar y qué tal estos que por vainas burocráticas no están distribuyendo los subsidios a los adultos mayores, ni a sus padres respetan. Y mientras tanto nuestros honorables concejales le meten palos en las ruedas de los secretarios de distrito sin ninguna razón aparente sino la de ser de una corriente política diferente. Señores concejales, ustedes están allí para el desarrollo de su ciudad que es también la mía y de mis vecinos, así que ¡pilas!, ayuden en la subida que pa’ eso están allá.

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