Leí recientemente en este diario, que se estudia la posibilidad de que Avianca ofrezca una ruta directa entre Cartagena de Indias y Madrid. Mi pregunta es la siguiente: ¿es realmente necesario?, o sea, sí, seguro que hay mucha gente que compraría tiquetes. Al fin y al cabo Cartagena es muy bonita, un destino turístico de primer orden y en España nos sentimos muy unidos a la ciudad por el pasado común (por ejemplo, tanto Cartagena como Madrid tienen estatuas dedicadas a Blas de Lezo, la de Cartagena notablemente más atractiva). Y, por su parte, Madrid es el hogar de decenas de miles de colombianos y España el de cientos de miles. Además, la capital española es la puerta lógica a Europa para cualquier latinoamericano y una ciudad muy interesante y perfectamente merecedora de ser conocida en unas vacaciones.
Así que, ¿por qué no hacer una ruta directa entre las dos ciudades? Bueno, la respuesta es que el problema no son las ciudades, ni sus respectivos habitantes, sino que el problema es Avianca, que es el Baloto vuelto aerolínea. Cuando se tiene un tiquete con Avianca se acude al aeropuerto como quien va al bingo: ¿tendré suerte?, ¿no tendré suerte? Pueden cancelarte el avión. Puede haber sobrecupo. Puede haber demoras de una hora, dos horas, diez horas, días enteros... y cuando se está ya en el aeropuerto y se accede al avión, uno entra en la aeronave pensando: ¿serán los asientos aún más estrechos e incómodos que la última vez?, ¿habrán cambiado la clase ejecutiva por unos ganchos para colgar jamones?, ¿me cobrarán cincuenta mil pesitos por una galleta o por un vaso de agua recién regurgitada por una llama del altiplano peruano?
A veces todo sale bien, eso es verdad. Y a veces vuelas diez horas mirando fijamente el notable deterioro de las alas de tu avión que cruza el océano (sí, me pasó). Avianca debería tener por lema: “Nunca permitiremos que te aburras”. Porque volar con ellos es una montaña rusa de emociones, tristemente, no siempre positivas. Así que, sí, una nueva ruta Cartagena - Madrid. Quizá salga bien. Ojalá. Quizá provoque que cada día lleguen de la capital española varios cientos de pasajeros furiosos por el trato recibido. Eso es lo bueno de Avianca, que todo es posible. ¿Volaría yo en esa ruta? Por supuesto que sí. Y eso es lo peor de todo, que Colombia mantiene con Avianca una relación de pareja tóxica: por más que te maltraten, no puedes prescindir de ella.
*Universidad Autónoma de Barcelona.