Un príncipe republicano es un ciudadano activo que destaca en el pensamiento y la acción para la reconstrucción de las capacidades de acción colectiva. Los príncipes republicanos son los innovadores políticos, pero entendiendo por tales no solo a los políticos y los directivos públicos, sino a todos aquellos que reconocen que la calidad de la vida personal es indisociable de la calidad del tejido institucional y obran en consecuencia, es decir, se interesan por la política y lo hacen desde el ideal irrenunciable de una humanidad de personas libres e iguales.
Este es un pensamiento del erudito de la gobernanza, Joan Prats, consignado en el libro “A los Príncipes Republicanos; Gobernanza y desarrollo desde el republicanismo cívico”. En ese orden de ideas, “si el futuro ya no es lo que era, los políticos de ayer ya no resultan eficaces frente a los problemas de hoy”.
Los mecanismos tradicionales de administración de la sociedad mundial, regional, nacional y local; están siendo superados por nuevas dinámicas políticas, económicas y sociales, que le restan credibilidad al anquilosado esquema de gobierno y gobernación precedente. Los instrumentos habituales utilizados por los actores estratégicos tradicionales de las sociedades, resultan insuficientes para entender y tramitar la complejidad e interdependencia que caracterizan esta nueva época. Los actores estratégicos tradicionales tienen recetas antiguas para problemas estructurales nuevos.
Esta dinámica incentiva y proyecta los procesos reivindicatorios de los potenciales príncipes republicanos, quienes desde sus liderazgos transformacionales tienen que enfrentar la complejidad de fenómenos que le sobrepasan a los vetustos liderazgos transaccionales. En esa proyección, las iniciativas de los príncipes republicanos tienen que ser genuinas y originales, confluyendo a formas de gobernanza para solventar problemáticas u oportunidades sociales. No arbitran la simpleza de los mecanismos habituales de gobierno y gobernación precursor. Manifiestan una potencial teleología avanzada e innovadora para la restauración del equilibrio político perdido.
La administración de las sociedades del siglo XXI está demandando altas dosis de consenso e interrelación entre una panoplia de agentes en la toma de decisiones para afrontar la complejidad de las problemáticas que le aquejan; puesto que ningún actor se muestra autosuficiente para ejercer el control supremo sobre las noveles, confusas y variantes situaciones que están brotando.
En virtud de ello, se requiere un teamwork de princesas y príncipes republicanos para enfrentar la complejidad de las nuevas realidades, la cual le supera con creces al añejo e insuficiente esquema de interpretación y diligencia de las demandas ciudadanas de este milenio.