Año difícil este 2021. Entre abril y julio soportamos el peor pico de la pandemia, con más de 700 muertos y 33.000 contagios al día, y al mismo tiempo resurgió el Paro Nacional, agravando la crisis social y económica.
El paro fue un ataque narcoterrorista perpetrado por la “Primera Línea”, que vandalizó bienes públicos y privados, y lo sigue haciendo, entrenada por bandas de microtráfico, financiada por el narcotráfico y protegida por alcaldes “progres”, por Petro, por el narconovelista Bolívar y la izquierda unida contra el Gobierno, mientras deslegitimaba a la Fuerza Pública.
Miles de bloqueos cerraron las carreteras y hubo escasez de alimentos y combustibles, el comercio internacional se afectó y la economía se detuvo con pérdidas billonarias. Me pregunto si al Comité de Paro, títere del progresismo, no le pesan los muertos de sus protestas durante el tercer pico, ni el daño al país y, sobre todo, a los más pobres.
Pero Colombia siempre ha resistido la amenaza comunista -si lo sabremos los ganaderos-, y con tesón, levantados los bloqueos, con menos restricciones y gracias a los auxilios temporales, costosos pero necesarios, se reactivó la demanda, el comercio y todo el aparato productivo.
La producción agropecuaria nunca se detuvo. En 2020, la ganadería fue una de las cuatro actividades que creció y, en 2021, aún sin cifras finales, la producción de leche creció 8,8% en el primer trimestre, 12% en el segundo y 4,2% en el tercero, lejos de la caída de 15%, inventada por la industria para justificar sus importaciones, de 47.862 toneladas a octubre, por 141 millones de dólares que no recibieron nuestros campesinos.
Sin desabastecer el mercado local, a octubre se exportaron 47.000 toneladas de carne y 205.150 animales, por 327 millones de dólares, que nos acercan a la meta de 500 millones en 2022, posible con la reciente aprobación, del “Sello Ambiental Colombiano categoría Ganadería Sostenible”, para carne producida con alto desempeño ambiental.
En 2022 avanzaremos, como toda la economía, y no es optimismo fácil. El Banco Mundial proyecta el crecimiento de Colombia en 7,7%, y la OCDE en 9,5%, con 5,5% para 2022, que nos ubicará como la economía latinoamericana de mayor crecimiento.
De ahí la responsabilidad de no truncar la recuperación. En 2022 elegiremos Congreso y al sucesor de Iván Duque, y Petro, el neocomunista crecido con la victoria de Boric en Chile, amenaza con promesas populistas nuestro derecho más preciado después de la vida: la libertad.
Por ello invito a votar en conciencia, pensando en el futuro del país. De todos depende que 2022 sea, realmente, el año de prosperidad que hoy les deseo.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán.