En cualquiera de sus múltiples cortes y preparaciones –que a propósito la hacen un alimento muy versátil– la carne es un ingrediente que no puede ni debe faltar en una alimentación saludable y balanceada. Su aporte nutricional, reconocido desde siempre por todas las civilizaciones, ha sido refrendado con contundencia por la ciencia.
Hoy sabemos, por ejemplo, que su color rojo se debe a la presencia de mioglobina en sus tejidos, una de las muchas proteínas de origen cárnico que, al ser ingeridas por los seres humanos, nos permite gozar de un correcto y equilibrado funcionamiento de todo nuestro organismo. El jugo rojo de la carne, que muchos denominan sangre, realmente es mioglobina mezclada con otras proteínas, vitaminas y minerales.
Gracias a las proteínas, así como a las grasas y carbohidratos que aporta cada porción de carne sugerida (entre 50 y 175 gramos), durante milenios hemos podido crecer, prosperar y alcanzar nuestras metas. Similares beneficios se reciben por cuenta de los llamados micronutrientes que también están en la carne, los cuales necesitamos para mantener nuestro metabolismo sano y que difícilmente se pueden encontrar en otros alimentos.
Aquí debemos mencionar los aminoácidos, las vitaminas y los minerales. Los primeros se necesitan para fabricar y reparar todo tipo de tejidos, tarea en la que intervienen igualmente vitaminas (A, B12, B6, C, D) y minerales (hierro, magnesio, zinc, sodio, potasio, fósforo y manganeso), todos presentes en las carnes rojas que, a su vez, también contienen ácidos grasos que eliminan grasas dañinas, además de ser fuentes importantes de colágeno. (Conoce aquí dónde comprar carne de EEUU en tu ciudad).
En resumen, la ciencia de la nutrición sugiere que una persona relativamente sedentaria necesitaría al día 0.8 gramos de carne roja por cada kilogramo de peso corporal, proporción con la que se puede garantizar hasta el 35% de las necesidades calóricas cotidianas y los nutrientes necesarios para el desarrollo de huesos y músculos.
Y si tanto bien le hace este alimento a una persona con poca actividad física, ni qué decirlo para los más activos, incluidos deportistas de alto rendimiento. Estos consumidores especiales necesitan las carnes rojas para llevar al tope su rendimiento metabólico y generar nueva masa muscular o recuperarla después de entrenamientos y competencias.
En materia de grasas naturales contenidas en la carne vacuna, es importante señalar que una porción sugerida contiene 5.2 gramos, de los cuales un tercio corresponde al ácido esteárico, un ácido graso que también está presente en el chocolate y que está demostrado regula los niveles de colesterol y la presión arterial.
Carne congelada, la más segura oferta
Aparte de agradar el paladar y contribuir a nuestra buena salud, las carnes de res y cerdo ostentan en nuestro país otra gran ventaja que celebramos sus felices consumidores: la omnipresencia en todos los comercios, sean plazas de mercado, tiendas, supermercados de barrio o grandes superficies.
Ahí está la carne, en nuestro expendio de confianza, a la mano y en excelentes condiciones de calidad, inocuidad y oferta (disponibilidad). A veces “caliente” o a temperatura ambiente, otras refrigerada y congelada, que es la manera más segura de comercializarla, transportarla y almacenarla hasta por un año después de que sale de la planta de sacrificio; eso sí, manteniendo la cadena de frío hasta su consumo final.
¿Y por qué es más segura la carne congelada? Pues las temperaturas bajo cero impiden que las bacterias que nos pueden enfermar se reproduzcan en el alimento, ya que para hacerlo necesitan un ambiente cálido, con los jugos de la carne en estado líquido, dos condiciones que caracteriza la venta de la mencionada “carne caliente” (como se ve, una opción potencialmente peligrosa).
Ahora bien, hablemos entonces de la diferencia entre carne congelada y carne refrigerada. En ambas es muy importante mantener la cadena de frío, es decir, que la carne esté siempre en un ambiente con una temperatura igual o inferior a los -5º C para la congelada y alrededor de los 2º C para la refrigerada.
Mantener la cadena de frío es responsabilidad del productor, del transportador y del comerciante, también lo es del cliente final, quien se lleva la carne a su hogar para disfrutarla en familia. En este punto sería pertinente seguir algunas recomendaciones generales. Primero, seleccionar un expendido de carnes que genere confianza por su limpieza, calidad y servicio. Segundo, dependiendo del momento proyectado de consumo, escoger entre carne refrigerada y congelada: si es para el mismo día o el día siguiente, mejor refrigerada; si es para preparar en los próximos 3 días o más, entonces congelada.
Si la carne hace parte de una lista extensa de compras, es mejor tomarla y ponerla al final en el carrito o la canasta, antes de pagar. Luego, llevarla lo más pronto posible a la nevera y/o congelador de casa. En estos menesteres viene bien contar con una bolsa térmica, la mejor opción para movilizar la carne desde la tienda hasta el hogar.
La carne congelada, contrario a lo que algunos solían pensar, no es una carne de menor calidad (vieja, seca o barata). Todo lo contrario, se trata de carne muy fresca que se ha congelado con la más moderna tecnología para garantizar su inocuidad y preservar su calidad, lo que puede comprobarse fácilmente al momento de disfrutarla en la mesa.
Antes de ello, primero es necesario descongelarla de manera adecuada, algo en lo cual se suele fallar al utilizar procedimientos que alteran su calidad, sobre todo su suavidad y jugosidad. No hace falta usar el microondas o poner la carne bajo un chorro de agua o sumergirla en agua caliente. La solución es la más sencilla: pasar la carne del congelador al refrigerador un día antes de su cocción y consumo. ¡Así de fácil!
Siguiendo este sencillo y útil consejo, con seguridad se podrá degustar de un alimento en la plenitud de sus características, fruto de un dedicado proceso productivo, que son evidentes en carnes de calidad. Empecemos por el color, que debe ser rojo cereza, brillante y agradable. Si está empacada al vacío puede adquirir una tonalidad más oscura, pero al descongelarse como ya se indicó debe recuperar su tonalidad original.
Una carne descongelada jamás debe congelarse de nuevo, su destino tiene que ser la preparación e ingesta. Siempre el aroma de la carne debe ser agradable, no fuerte. Sus fibras han de ser finas, ya que una carne muy fibrosa es dura. Desde luego, debe contener grasa porque un animal que no ha sido bien alimentado no genera grasa y produce carnes duras. Dicha grasa debe verse de color blanco; una tonalidad amarilla refleja que era un animal viejo (más de 21 meses de vida) y eso también significa mayor dureza.
La mejor carne en nuestra mesa
Colombia cuenta de tiempo atrás con una eficiente oferta de carnes rojas, satisfecha tanto por productores locales como internacionales, circunstancia que facilita una amplia gama de opciones para el consumidor y que incluye cortes de cerdo y res importados desde los Estados Unidos, uno de los mejores productores globales en cantidad y calidad.
La carne estadounidense que encontramos en nuestro comercio a precios favorables, es fruto de 150 años de experiencia en producción cárnica tecnificada, todo un referente que está a la vanguardia mundial en temas tan sensibles como el uso eficiente de recursos (suelo, agua, energía), la menor emisión de gases de efecto invernadero y el bienestar animal a lo largo de la cría, engorde y transporte a las plantas de beneficio.
Por ejemplo, en contra de lo que afirman algunos grupos de interés, para producir medio kilo de carne bovina sólo se necesitan 1.1 kilos de maíz y soya, casi una cuarta parte de lo que falsamente se denuncia, con la gran ventaja que de estos granos utilizados por los productores norteamericanos el 90% no es apto para consumo humano.
Otro dato contundente es que el ganado vacuno apenas produce el 3.7% de todas las emisiones estadounidense de los gases de efecto invernadero. En lo que tiene que ver con el consumo de agua es bueno indicar que para producir una libra de carne de res en EEUU apenas se requieren 308 galones, mucho menos de los 24.000 galones que alegan algunos. En fin, se usa apenas el 5% de toda el agua aprovechada en dicho país y encima, es agua reciclada.
También se dice que para alimentar todo el hato bovino norteamericano se deben cultivar 40 millones de hectáreas de maíz. En realidad, del maíz cosechado en los Estados Unidos solamente el 10% (3.2 millones de hectáreas) es destinado para estos animales.
Con diversas certificaciones que reflejan el cumplimiento de elevados estándares, la carne de cerdo y res de los Estados Unidos también pueden acreditar la utilización responsable de antibióticos y otros medicamentos veterinarios, sin trazas en el producto final; al igual que un manejo meticuloso y aséptico durante el procesamiento de este valioso alimento.
Casi toda la exportación cárnica que nos llega de Estados Unidos proviene del llamado Cinturón del Maíz, en el norte y centro del gigante norteamericano, considerada la región agrícola más productiva del mundo y conformada por los estados de Iowa Minnesota, Wisconsin, Indiana, Illinois, Missouri y Nebraska.
Algunas de las zonas donde más pasta el ganado bovino en ese gran país corresponde a tierras donde es imposible sembrar y cosechar algún alimento vegetal (en partes de Texas, Oklahoma, Missouri, Nebraska, South Dakota y Kansas). El 96% de las granjas de reses estadounidenses son de propiedad familiar. En 2017 se calculó que había 729.046 ranchos de este tipo, el 90% de los mismos con hatos de menos de 100 animales; el tamaño promedio es de 44 vacunos por granja.
Los productores de reses y cerdos en Estados Unidos han aprendido a hacer más con menos, adoptando los avances tecnológicos y haciendo uso de mejores prácticas en genética, nutrición, bioseguridad e instalaciones para los animales. Vale recalcar que, por ley federal, en los EEUU el ganado vacuno y de cerdo no puede ser alimentado con hormonas; además, la aplicación de antibióticos es mínima y fuertemente restringida a los medicamentos de exclusivo uso veterinario.
En resumen, con altos niveles de eficiencia, responsabilidad ambiental y bienestar animal, la carne porcina y vacuna de alta calidad que hoy podemos disfrutar en nuestro país, como lo hacen otros 110 destinos en el mundo. Gracias a miles de familias ganaderas y porcicultoras en los Estados Unidos (que complementan la oferta cárnica nacional) podemos enriquecer nuestro menú diario, poniéndole más sabor a nuestra calidad de vida.
¡Buen provecho!