La trayectoria actoral del ibaguereño Alejandro Aguilar completa dos décadas, y para muchos “El Cachi”, su personaje de “Rosario Tijeras”, persiste en la memoria, es un referente de todo lo que este artista puede hacer para resultar muy real y convincente en cámaras.
Deslizándose un poco por sus recuerdos, se posa en esos inicios y manifiesta que ha tenido una carrera seria, y sin falsa modestia afirma que ha tratado de ser coherente en un medio donde el mercado es dominado por personas creadas a partir de redes sociales, creyendo que ser famoso y popular basta, para lo que él difiere, toda vez que la profesión que escogió, implica de rigor para sacarse adelante.
Consciente de que está haciendo entretenimiento y del desdén que en algunos produce este oficio, también es reflexivo al afirmar que de alguna manera los actores se convierten en un perfil aspiracional de nuevas generaciones y partiendo de allí, agrega que en ese camino se ha enfrentado a riesgos y retos.
Cuando tuvo su papel en “Rosario Tijeras”, Alejandro llevaba diez años esperando, estudiando y trabajando en las tablas desde el anonimato, en ocasiones para muy pocas personas. A partir de allí han pasado muchas cosas, pero como él mismo aclara, eligió el camino del teatro y el cine, en un país donde lo ven como una utopía, sin embargo, defiende esos proyectos independientes, porque a partir de ahí se puede construir país y sociedad.
En ese tiempo han pasado 22 películas en su vida, además de actuar en varias producciones de televisión, sumándole su paso por las plataformas con “El Chapo”, una gran oportunidad para mostrarse en otros países, con un trabajo que es muy cercano al cine en trabajo y estética.
Alejandro se declara afortunado al tener el privilegio de hacer cine, que sabe que eso no le sucede a todos los actores, y vuelve a ser honesto al indicar que eso no lo hace más popular, pero tal vez si más profesional, por tanto le sigue apostando.
“No me mates corazón”
Vuelve y juega, ahí está Alejandro en un proyecto diferente. En estos momentos hay mucho trabajo, afirma, y luego de pasar la temporada de casting, y arrancar la obra de teatro “Inquietas bestialidades”, sigue una miniserie y la película “No me mates corazón”.
Este último lo hace muy feliz, es cine, pero también sale a relucir la relación especial que tiene con Colbert García, quien fue su primer director audiovisual de grandes proyectos, incluyendo “Silencio en el paraíso”, a su parecer importante para este país sin memoria; después vino “La justa medida”, que se abordaba otro género, comedia, y “El último aliento”, dando paso a la idea compartida de hacer una película necesaria, que el país necesite, independientemente del público que la vea.
Alejandro Aguilar afirma que desde hace muchos años dejó de esperar público en salas de teatro y cine, trabaja para los que quedan y los que llegan, porque al final esa va a ser la memoria histórica del país. En ese orden de ideas, “No me mates corazón” habla de la matanza de líderes sociales, un retrato profundo de esta sociedad que logró conmoverlo desde el guión.
El rodaje se ha llevado a cabo en Santander de Quilichao, con la guardia, entendiendo esa cultura, en medio de situaciones que humanizan, porque en ese mundo austero logran salir adelante, con disposición para hacer la película.
Este actor habla con propiedad y para él hacer esta cinta es un logro, no tiene expectativas, siente que la temática es propicia en estos momentos, quiere que Colombia conozca lo que sucede con los líderes sociales y a su vez que es una historia que se repite en el tiempo con distintos protagonistas.
Otra faceta identifica a Alejandro, es inquieto, y con la apuesta de su esposa, la presentadora Ana Karina Soto y el apoyo de su gran amigo Mateo Stivel, creó su propia productora “El Clan Film”, desde donde han empezado a hacer sus películas y obras de teatro.
En pandemia se puso retos, desde aprender inglés, hasta aprovechar las dos becas de cine que se ganó, por lo que se ha dedicado a estudiar y escribir su segunda película sobre un strippers, algo de su experiencia cuando trabajó siendo muy joven, un submundo que conoce a la perfección.