Los armadores colombianos luchan contra una situación inconcebible: una legislación que favorece a sus competidores extranjeros, que carece de beneficios tributarios y pone zancadas a su actividad con normas y trámites engorrosos que no atienden a las necesidades reales del sector.
El gremio, conformado por las empresas propietarias y/o operadoras de embarcaciones que poseen una amplia perspectiva del negocio de esta industria a nivel comercial, técnico, operativo y legal, destaca que lo anterior se debe a que el Gobierno desconoce el potencial marítimo, fluvial y náutico del país.
“Son inmensas las posibilidades para los sectores marítimo, fluvial y náutico, pero el excesivo rigor en los trámites para las licencias, permisos, registros; el régimen sancionatorio a los armadores, frente a los escasos estímulos, incentivos de carácter tributario, aduanero y comercial provoca que el sector cuente con pocos actores”, indicó Francisco Hoyos, presidente de la Asociación de Armadores de Colombia (Armcol).
Añade que “lo más triste es que lo estemos desaprovechando y otros países estén recibiendo esos beneficios que debemos reclamar lo antes posible”, pues con ello se aumentarían los ingresos, se crearían nuevos empleos, se promovería mayor inversión por parte de los empresarios nacionales y se reactivaría la economía alrededor de los sectores mencionados. (Lea aquí: Comercio exterior, la carta de Colombia para recuperación económica)
Las empresas de armadores emplean a 2.505 trabajadores directos y cuentan con 205 equipos entre buques, remolcadores, barcazas, entre otros, que pudieran ser muchos más de contar los beneficios que exigen.
Aspecto tributario es clave
El Estatuto Tributario colombiano exime del IVA a las embarcaciones extranjeras mientras que las nacionales deben asumir este impuesto y por ello las ofertas de servicios que requieren son más costosas en Colombia, comparadas con las que se hacen en el exterior, en astilleros o talleres en Curazao, Santo Domingo, Ecuador y Perú. Por esto piden igualdad de condiciones.
“La inversión que se generaría por la construcción en Colombia de nuevas naves, embarcaciones y artefactos navales, en vez de que se importen, como está sucediendo actualmente, o se reparen en astilleros internacionales, activaría muchos otros sectores de la industria que participan en la cadena logística”, explica el presidente de Armcol.
La propuesta de los armadores es unificar la exención del IVA en los servicios, que es eximido según el sujeto pasivo que lo preste o lo reciba e incluir todos los servicios relacionados con el sector de armadores y astilleros bajo un solo criterio tributario que se aplique tanto a los consumidores nacionales como a los extranjeros.
Los armadores colombianos competirían con los extranjeros por las líneas de carga internacionales, que estos últimos ya poseen; por consiguiente es necesario declarar el servicio de construcción, reparación, modificación, repotenciación, reconstrucción y mantenimiento de las naves y artefactos navales de tráfico internacional abanderados en Colombia, exento del IVA, con el fin de que sea atractivo para un inversionista abanderar sus buques en Colombia,
De no adoptar esta propuesta, no podrá aumentar las embarcaciones con banderas colombianas y el negocio será siendo aprovechado por los extranjeros.
“El beneficio para los buques extranjeros representa una relación costo/beneficio negativo, porque no incentiva el desarrollo económico nacional pues no promueve una articulación productiva entre los sectores económicos de la región, ya que los recursos financieros a disponer por los extranjeros para el perfeccionamiento de las embarcaciones marítimas solo deriva en el pago de tributos desde los proveedores nacionales”, finaliza Hoyos, presidente del gremio de armadores.
Astilleros y armadores: de la mano
Aura Quiroz, jefe de ventas de reparaciones particulares de Cotecmar y quien sostiene una relación comercial con los armadores, comenta que una excelente comunicación entre el astillero y los armadores es clave fundamental para el éxito de los trabajos en embarcaciones, lo que es vital para el sostén de las actividades marítimas y fluviales.
“Se trata de aprender a entender y anticiparse a las necesidades de los armadores para entregarles una oferta de soluciones integrales que permiten al armador confiar y recibir a cambio una flota al 100 % de su nivel de operatividad”. (Lea aquí: Los problemas que aquejan a los gremios marítimos)